En febrero presenciamos dos grandes terremotos en el sureste de Turquía y el noroeste de Siria con epicentro en Cacramanemaraxe (ciudad situada en el sursureste de Turquía). Los terremotos afectaron a 11 grandes ciudades. Según datos oficiales, aproximadamente 50.000 personas perdieron la vida y millones resultaron heridas a causa de los terremotos. Además, millones de personas perdieron sus hogares. Más de 100.000 edificios se desplomaron como consecuencia de los terremotos. Además, algunas ciudades fueron completamente destruidas junto con toda nuestra riqueza cultural y patrimonio histórico. Se considera que un terremoto es un desastre natural. Sin embargo, la magnitud de la destrucción y la consiguiente falta de coordinación en las labores de socorro hicieron que el terremoto en Turquía se transformara en una catástrofe. Aunque han pasado dos meses desde el terremoto, el gobierno del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) ha demostrado una vez más cómo destruyó todas las organizaciones. No tuvo la capacidad de proporcionar tiendas y refugio a sus ciudadanos, cuyos hogares se desplomaron o se volvieron inhabitables durante los días fríos del invierno.
El gobierno del AKP, que lleva veinte años en el poder en Turquía, ha ignorado todos los derechos y necesidades básicos de sus ciudadanos. De la vivienda a la salud, nos ha dejado a merced de los mercados y la codicia debido a las políticas neoliberales que ha implementado desde el día en que asumió el control del Estado. Hoy, el gobierno y sus políticas han transformado un desastre natural en una catástrofe. Así se demostró una vez más la importancia de priorizar la vida sobre el capital, aunque sea a raíz de trágicos acontecimientos.
La razón principal del actual desastre es que las políticas aplicadas por el gobierno del AKP van en contra del interés público. Se trata de un gobierno que desprecia la razón y toda forma de ciencia y conocimiento y que sólo trabaja para generar beneficios individuales mediante la explotación del bien público y las riquezas. El caso de los terremotos de febrero ilustra de manera ejemplar la concepción que tiene ese gobierno de las instituciones y responsabilidades del Estado.
En Turquía, la Agencia de Gestión de Emergencias y Catástrofes (AFAD por sus siglas en turco) es una institución gubernamental subordinada al Ministerio del Interior y se encarga de garantizar esa coordinación. Tras la fundación de AFAD, otras instituciones autónomas del país se afiliaron a ella y ya no pueden actuar de forma autónoma.
A pesar de declararse autónoma, la AFAD estaba vinculada al Ministerio del Interior (en base a los estatutos actualizados del ministerio) y con los años se volvió completamente disfuncional. En los puestos de poder de la organización, fueron colocadas personas sin experiencia ni conocimientos en gestión de catástrofes (debido a su proximidad al gobierno). Pronto la organización se vio desprovista de infraestructura y no siguió los avances tecnológicos en este campo.
Las horas que suceden a un terremoto son muy críticas: la única forma de salvar la vida a muchas personas es iniciar inmediatamente las operaciones de búsqueda y rescate, sobre todo teniendo en cuenta la magnitud del terremoto y el número de personas y ciudades afectadas. Por consiguiente, también es crucial garantizar la coordinación de todas las instituciones y organizaciones de la sociedad civil para intervenir con urgencia. Como resultado de la incapacidad de AFAD para hacer frente al reciente terremoto, las operaciones de búsqueda y rescate no se iniciaron a tiempo. La ayuda no fue organizada y las organizaciones civiles y estatales más importantes, que deberían haber participado en la gestión del desastre, no fueron incluidas en el proceso debido a preferencias políticas. Todo ello agravó aún más las dimensiones del desastre. Días después del terremoto, las personas que quedaron atrapadas bajo los escombros murieron congeladas o de hambre mientras esperaban a los equipos de búsqueda y rescate. Esto resultó en un escenario muy trágico y grave.
Por otro lado, y como resultado de las políticas de privatización del Estado, Kızılay (Media Luna Roja), la organización de ayuda más antigua de Turquía, se ha convertido en una empresa. Esta organización de ayuda, que podría haber proporcionado ayuda gratuita a millones de personas que luchaban por sobrevivir tras el terremoto, se ha convertido en una organización que vende tiendas de campaña, alimentos y artículos de primera necesidad a organizaciones no gubernamentales por dinero.
Ante esta terrible situación, la sociedad turca emprendió una gran campaña de solidaridad en todo el país. Toda la gente puso a disposición sus recursos y habilidades en beneficio de la voluntad colectiva. Recaudaron ropas, alimentos y artículos de primera necesidad en todas las regiones de Turquía y enviaron las donaciones a las regiones afectadas. A pesar de todas las restricciones estatales, la gente hizo uso de sus capacidades para dirigirse a la zona del terremoto y colaborar en la distribución de ayuda. Algunas personas cocinaban, mientras que mineros con experiencia participaban en operaciones de búsqueda y rescate. Además, los médicos trabajaban arduamente en instalaciones limitadas para prestar asistencia a los ciudadanos heridos. En paralelo, rápidamente comenzó a organizarse un movimiento de solidaridad internacional de ayuda. Esta movilización de solidaridad social se convirtió también en una resistencia contra el gobierno y la destrucción que provocó.
Un antiguo problema
Los problemas que ya existían exacerbaron la gravedad de los problemas en la zona del terremoto. Las personas migrantes, la comunidad LGBTQIA+ y las mujeres de las regiones afectadas se han enfrentado a dificultades más complejas tras el terremoto. El hecho de que todavía no haya electricidad en la zona del terremoto representa un grave problema de seguridad para las mujeres por la noche. También están más expuestas a padecer problemas de salud debido a las necesidades de higiene. Además, como consecuencia de la división sexista del trabajo, las mujeres necesitan mantener el flujo de la vida y realizar sus tareas de cuidado de forma ininterrumpida. Por lo tanto, esta problemática aumenta la carga que soportan y afecta a su salud mental.
Millones de personas que sobrevivieron y perdieron sus hogares y familiares no contaron con unas condiciones de vida respetuosas y sanas. Se puede afirmar que todavía hay prácticas que amenazan la salud pública en muchos aspectos, como la seguridad de la vivienda, las condiciones de higiene y el acceso al agua potable.
Este terremoto desnudó al gobierno político islámico del AKP: el partido en el poder y todas sus organizaciones. El gobierno del AKP no funciona como un Estado capaz de satisfacer las necesidades de sus electores. Se trata de una exhibición unipersonal que está al servicio de las grandes corporaciones y de los intereses de unos pocos. La sociedad turca experimenta una vez más las consecuencias de la apropiación de los recursos públicos por el capital, el clientelismo y el saqueo. Este gobierno desatiende las necesidades básicas de la población, privatiza las instituciones estatales y adopta una concepción de gobierno que prescinde por completo de la lógica, las ciencias o el conocimiento, sustituyéndolos por la superstición y el lucro.
Mientras nos preparamos para las elecciones que se celebrarán el 14 de mayo, creemos que el entendimiento que reconstruirá el futuro de Turquía frente al colapso experimentado en los últimos 20 años se esconde en esta solidaridad demostrada y experimentada por toda la sociedad. La lucha contra la usurpación de los derechos a la vida y a los medios de subsistencia, contra las corporaciones capitalistas imperialistas, contra el gobierno que no apoya a la gente, contra la precariedad, contra las relaciones patriarcales, tiene ahora una oportunidad más de expresarse. Tenemos el potencial para construir una nueva sociedad contra los perpetradores de la usurpación. Reconstruiremos nuestras ciudades y nuestras vidas con esta resistencia que pondrá la vida por encima del capital. ¡Viva la solidaridad!
Pınar Yüksek es integrante de la Marcha Mundial de las Mujeres en Turquía y forma parte del equipo del Secretariado Internacional de la MMM.