Kitzia Esteva-Martínez forma parte de la organización nacional feminista y popular Alianza Popular para la Justicia Global (Grassroots Global Justice Alliance– GGJ) y la Marcha Mundial de las Mujeres. La GGJ es una articulación de organizaciones comunitarias populares que lucha contra el racismo, por los derechos laborales, derechos de los migrantes, por el desmantelamiento y la abolición del complejo industrial carcelario y por el fin del militarismo. También plantea una visión de una economía regenerativa feminista para la población de Estados Unidos y comunidades marginalizadas. Capire entrevistó a Kitzia sobre las motivaciones y la agenda de la Iniciativa de Paz Feminista (Feminist Peace Initiative).
¿Qué hay detrás del concepto de paz feminista?
La Iniciativa de Paz Feminista es un movimiento orientado a construir una política exterior feminista en Estados Unidos. Se ha desarrollado a partir de una relación con Grassroots Global Justice Alliance, Madre y Women Cross DMZ, que han estado trabajando juntas durante dos años para construir la iniciativa. El año pasado publicamos un plan general para construir una política exterior impulsada desde los movimientos para conectarnos en la intersección del feminismo, renovando y revitalizando el movimiento por la paz en EE.UU., para conectarlo más estrechamente con el movimiento por la justicia racial y las comunidades de la diáspora afectadas por el ejército estadounidense.
Realizamos diferentes paneles y formaciones políticas para debatir las intersecciones relacionadas con la política exterior de Estados Unidos. Situamos nuestra organización en el momento político del debate climático en la COP26 [Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2021], también conscientes de que la militarización, la contaminación de la industria de los combustibles fósiles, las emisiones generadas por la guerra y el desarrollo de armas no están incluidos en el debate sobre el cambio climático. En Estados Unidos, jugamos un papel muy importante como movimientos que construyen un modelo antimilitar e internacionalista, porque sabemos que el ejército estadounidense es uno de los mayores emisores de gases de efecto invernadero del planeta.
Queríamos presentar esta intervención en Glasgow y hacer algo para recuperar la responsabilidad de reducir y seguir desmantelando la contaminación militar a la que nos enfrentamos en las comunidades indígenas, negras y migrantes de Estados Unidos, y que sabemos que se exporta a todo el planeta. Nuestras demandas incluyen el cierre de todas las bases estadounidenses y la eliminación de la contaminación generada por ellas en el país y en todo el mundo, el recorte del presupuesto del Pentágono, de la presencia de la policía militar estadounidense y del ICE [servicio de inmigración y aduanas de Estados Unidos], y el fin de la fabricación y distribución de armas y los beneficios de la guerra.
¿Cuál es la relación entre militarismo y cambio climático? ¿Cómo pueden conectarse las luchas feministas con la lucha por el planeta?
Una de las principales causas del cambio climático son las emisiones de gases de efecto invernadero. En general, el modo en que se han desarrollado las industrias en el capitalismo no representa en realidad una buena relación con el planeta, produciendo un nivel de contaminación de la atmósfera que va a aumentar la temperatura del planeta. En los últimos 26 años del debate climático sobre la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, el capitalismo de la catástrofe ha hecho un gran trabajo para encontrar un modo de desentenderse de sus responsabilidades y crear cosas como los mercados de carbono, por ejemplo.
Con respecto al militarismo y las operaciones militares, el desarrollo y la distribución de armas contaminan mucho, desde la extracción nuclear, que contamina los lugares donde se produce, hasta las pruebas nucleares. Hay una enorme huella de carbono asociada a esa capacidad para mantener las bases militares estadounidenses en todo el planeta.
Muchos políticos, especialmente en Estados Unidos, están discutiendo diferentes formas de hacer más verde las fuerzas armadas, pero sabemos que la única solución verde al militarismo es ponerle fin.
Hay formas de reducir las emisiones, pero eso no es lo que queremos, porque el ejército estadounidense es un aparato patriarcal e imperialista que obliga a las comunidades de todo el mundo a someterse al régimen estadounidense.
Vemos que se aplica la misma lógica a las comunidades marginalizadas del país, y esto se conecta con una agenda feminista porque, de hecho, las mujeres y las y los niños son las primeras personas que se ven afectadas por las operaciones militares estadounidenses. En los lugares donde hay bases militares de EE. UU. se incrementa la violencia de género y la trata de mujeres, por no hablar de todos los costos que la invasión de otras tierras por parte de EE. UU. representan para la vida y la integridad física y humana de un sin número de mujeres.
Los Estados Unidos operan en nombre del interés corporativo. Las guerras en Medio Oriente son, en realidad, para que las corporaciones y sus aliados tengan acceso a todo el combustible fósil que existe en la región. Se trata de una lucha entre el capitalismo expoliador estadounidense y los derechos y la dignidad de las mujeres, niñas y niños de todo el planeta. Estas son las personas que sufren las consecuencias de la violencia de las guerras desde el exterior.
De muchas maneras, también somos las personas que tenemos soluciones y desarrollamos estrategias para limpiar las comunidades contaminadas, para tener acceso al agua limpia. Cuando pensamos en las personas que protegen el agua y la tierra, son siempre las mismas, que también forman parte de esta agenda feminista para sostener el planeta. Si estuviéramos discutiendo esto con la gente que realmente tiene soluciones, el feminismo popular estaría en el centro de ese diálogo.
El tema principal de las actividades del 10 de noviembre tiene como base el impacto de las fuerzas armadas estadounidenses en la destrucción del clima. Teniendo en cuenta la presencia militar de Estados Unidos en todo el planeta, ¿cuál es el papel que juega el internacionalismo en la búsqueda de soluciones a este problema?
La gente está luchando contra el imperialismo estadounidense y por el cierre de todas las bases que existen. Al pensar en las diferentes formas en que nos conectamos en la inmensa responsabilidad de sostener nuestro planeta, hay que tener dos preocupaciones: los EE. UU. y cualquier otro régimen fascista que mantiene un sistema de operación basado en la ocupación y la violencia bélica.
Cuando actuamos por el cierre de las bases en otros lugares del mundo, cuando actuamos en conjunto para promover las voces y el liderazgo de las feministas populares en todo el planeta, estamos adentrándonos en la cuestión de cómo sostener nuestro planeta y construir una nueva perspectiva.
Con la Iniciativa de Paz Feminista intentamos seguir los pasos de la Marcha Mundial de las Mujeres en nuestra visión de qué camino seguir. Un camino en el que no sólo resistimos ante lo malo – algo que seguiremos haciendo – sino que construimos una visión de futuro que promueve una relación correcta con todos los habitantes del planeta. Esto exige democratizar la política exterior de Estados Unidos, por ejemplo. Sería necesario tener una relación con el resto del planeta que promoviera realmente una reparación por todos los daños causados por su acción militar.
Nos empeñamos para que esa labor se lleve a cabo de forma internacionalista. El impacto de la violencia policial y estatal dentro de las comunidades de EE.UU. nos lleva a una permanente solidaridad y un vínculo con otras personas de todo el mundo que también están resistiendo. Debemos intervenir a nivel mundial para lograr detener las máquinas de guerra de los regímenes supremacistas blancos fascistas que establecen las prioridades y agendas de la conducción global de la economía.
Las actividades también tienen como objetivo promover las voces y experiencias de las comunidades afectadas por la militarización. ¿Te gustaría compartir algunas de las experiencias de la organización?
Soy de una familia que migró de México. Vinimos a los Estados Unidos después de que a mi sobrino le diagnosticaran una leucemia, y fue al comienzo de la guerra de Irak en 2003. Tuve que cruzar la frontera, tenía sólo 15 años y recuerdo que pensé que estaba entrando en el imperio. Yo tenía esa edad, pero ya era muy consciente de lo que estaban haciendo los Estados Unidos. Desde entonces participo en el movimiento por los derechos de la población migrante. Nos relacionamos con movimientos feministas y de justicia social de otras partes del mundo que luchan contra el imperialismo y el militarismo estadounidense, porque también lo enfrentamos.
Las comunidades de migrantes en Estados Unidos se solidarizan porque tenemos una frontera militarizada. En muchos aspectos, la policía, las patrullas fronterizas y el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas actúan de forma muy similar a las operaciones de las fuerzas armadas estadounidenses en otras partes del mundo.
Todo se conecta con el mismo monstruo del militarismo. Es un sistema de violencia estatal que sostiene el capitalismo supremacista blanco. Todo esto va en contra de la dignidad y la vida de todas las personas. Debemos articularnos para combatir la guerra que vivimos en nuestras comunidades, ya sea en casa o en otros países.