Echa un vistazo a la segunda parte de la entrevista de Capire con la ecofeminista Patricia McFadden, de Essuatini, África. Patricia habla de su noción de “contemporariedad” como un nuevo paradigma feminista centrado en la vida y en las potencias de las mujeres, especialmente las mujeres negras. Para conocer más sobre la trayectoria de Patricia y su visión crítica del nacionalismo de género, haz clic aquí.
Queremos discutir más la idea que estás desarrollando sobre “contemporariedad” como un modo de comprender el feminismo. ¿Puedes empezar presentando esta idea?
¿Puedo comenzar intentando articular cómo esta idea simplemente surgió de mi conciencia y las formas en que podemos comenzar a pensar sobre nuestro feminismo en este momento contemporáneo? Vivimos en sociedades contemporáneas y estas sociedades están moldeadas y definidas por el capitalismo, el racismo, el colonialismo y por las luchas que todos y todas nosotras enfrentamos en la lucha por nuestra libertad. Para mí, la idea de “contemporariedad” surge en el sur de África, pero es una idea que puede ser útil para todas las feministas, especialmente para las feministas negras, donde sea que estemos ubicadas.
Tengo la esperanza de que, con el tiempo, esta estructura de pensar el feminismo de nuevas formas sea alimentada por las mujeres que lo utilizan. Cada vez que uses o pienses en esta idea, sumarás tus experiencias de vida, el conocimiento de tus luchas, y así la idea adquiere peso político e ideológico. Ella puede viajar a través de nuestro feminismo de la forma en que imaginamos la alternativa. Las llamadas “alternativas al capitalismo”, como el socialismo, el comunismo y otras expresiones del igualitarismo, fueron en gran medida creadas, imaginadas y estructuradas por hombres. Necesitamos llevar nuestro feminismo a la construcción de la alternativa, con todas sus diferentes energías y expresiones, no solo de resistencia al patriarcado, sino también de la celebración de quiénes somos y quiénes queremos ser como mujeres.
La idea de “contemporariedad” se sitúa, de hecho, en mi participación en las luchas anticoloniales en el sur de África, donde adquirí una conciencia de resistencia. Trabajé durante casi 35 años en el movimiento de mujeres africanas. Si miras mis trabajos anteriores, mis lecturas y escritos, verás que hablo del movimiento nacionalista de mujeres como mi hogar. A medida que cada país africano se independizó, las mujeres negras ingresaron al espacio público como aspirantes a ciudadanas, presentando demandas a las nuevas élites negras y, en general, rechazando las limitaciones que el colonialismo nos había impuesto durante siglos.
Escribí durante mucho tiempo sobre ciudadanía y sobre nuevas formas de convertirse en ciudadanas. Luego cambié mi enfoque y comencé a escribir sobre derechos cuando me di cuenta de que la garantía de los derechos es un resultado social de las luchas. Nadie simplemente te da tus derechos. La élite neocolonial y los gobernantes negros aún mantienen una distancia entre nosotras, como mujeres negras y comunidades negras, y ellos – algo creado como una estrategia de dominación colonial para negar nuestra existencia como personas y nuestra presencia misma al alcance de la mirada blanca. Los hombres negros mantuvieron intactas, en gran parte, las infraestructuras de la represión colonial y de los sistemas feudales tradicionales. Al hacerlo, distanciaron a la mayoría de las mujeres negras y sus comunidades del Estado «democrático» y civil y de los reclamos de pertenencia que ese Estado hizo a todas las personas que viven en sociedades «poscoloniales».
Después de la “liberación” – cuando los movimientos de resistencia, principalmente del sur de África, ascendieron al poder estatal y se convirtieron en “partidos dominantes” –, nosotras inmediatamente experimentamos la primera de muchas reacciones violentas como mujeres radicales que habían luchado activamente en la resistencia anticolonial. En todas partes, se nos recordó que nuestro papel más importante era ser madre y esposa, y sistemáticamente fuimos empujadas de regreso a la familia heteropatriarcal, a la esfera privada. Nos dijeron que “ahora la lucha se acabó” y que las mujeres deberían comportarse de forma “normal”. Yo no acepté esta postura reaccionaria e insistí en ser muy abierta y radical en mi feminismo. Yo siempre he vivido sola, hasta hoy, llegando a la séptima década de mi vida. También experimenté una reacción violenta en el movimiento de mujeres africanas porque desafié la relación entre hombres y mujeres negras dentro del Estado. Finalmente, necesitaba crear nuevos espacios y un lenguaje que dialogara con el trabajo incompleto que el nacionalismo, en mi opinión, no pudo resolver.
También perdí a mi hijo. Me tomó muchos años aceptar el enojo por haberlo perdido y aprender a lidiar con el duelo. Mi feminismo fue esencial para sobrevivir al trauma que llevaba en mi cuerpo y en mi alma. Así es como regresé a esta montaña – el lugar donde nací y crecí, corriendo por la naturaleza, sin miedo a las serpientes y otras criaturas que han vivido aquí durante millones de años. Entonces, establecí esta relación entre ser vegana y feminista y cultivar mi propio alimento orgánico. Volví a aprender que me encanta ser mujer, feminista y estar viva, me encanta ser radical, me encanta la comida, y me acordé de todo esto porque busqué refugio en la naturaleza. Yo traduje el mantra feminista “lo personal es político” para todos los aspectos de mi vida diaria.
Por ello, la “contemporariedad” significa situarnos en las nuevas posibilidades y oportunidades que nos ofrece el mundo, con base en las diversas luchas que las mujeres han tenido que afrontar desde los inicios del patriarcado. No podemos dejar que la ONU [Organización de las Naciones Unidas] o quienes ocupan el Estado digan quiénes somos y cuál es nuestro feminismo.
Miren la condición de la vida humana en todo el planeta. Nuestros cuerpos se están desmoronando, especialmente los nuestros como mujeres negras. Estamos siendo destruidas por las llamadas enfermedades del estilo de vida como la diabetes, la hipertensión, las infecciones virales y las inflamaciones crónicas de nuestros órganos. Estamos muriendo más rápido y en mayor número que cualquier otro grupo humano. Y nuestros niños casi siempre están tan enfermos como nosotras. Esta crisis de supervivencia negra está directamente asociada con la relación depredadora de las grandes compañías farmacéuticas internacionales y las corporaciones agroindustriales, que están minando el cuerpo femenino negro. Nos hemos convertido en la más reciente y última frontera del capitalismo.
Sostenemos un mercado de “comida rápida” masivo y global porque consumimos principalmente azúcar y almidón producidos por terratenientes capitalistas blancos, a través del trabajo precarizado de las personas negras y de otras comunidades racializadas[1], que se convierten en alimento para animales mantenidos en corrales en los campos del norte y del sur. Consumimos pollos, cerdos y ganado alimentados con soja y maíz híbridos y modificados genéticamente. Este mercado de “comida rápida” es directamente responsable de la diabetes y la hipertensión que nos siguen matando cuando llegamos a la mediana edad. Muchas de las hortalizas que finalmente ponemos en el plato también están muy contaminadas e infectadas por fertilizantes, pesticidas, conservantes y una serie de otras sustancias químicas que destruyen nuestros órganos y nos mantienen en un ciclo de enfermedades crónicas, consumo de medicamentos y, en última instancia, muerte prematura.
Esta es la principal razón por la que necesitamos re-imaginar nuestro feminismo como un proyecto personal y colectivo de redefinición de la solidaridad, no solo entre los seres humanos, sino también entre otras criaturas. Volverse vegana es una expresión política de activismo radical y de amor propio esencial para crear un mundo alternativo.
¿Cómo puede la “contemporariedad” proporcionar una reconexión con los esfuerzos por recuperar la ancestralidad como fuente de poder y resistencia?
Durante los últimos 500 años, nuestros cuerpos y psiques negros han sido destruidos y atacados física, psicológica y espiritualmente por el capitalismo y el cristianismo. Llevamos muchos traumas en nuestros cuerpos, lo que se refleja en las muchas enfermedades que sufrimos y en las muchas divisiones que están destrozando nuestras comunidades. Estos desafíos contemporáneos han aumentado nuestra conciencia como mujeres negras. Tenemos un profundo anhelo por las narrativas y los legados de las luchas mientras buscamos nuestra totalidad. Queremos reconectarnos con quienes éramos antes de que el colonialismo rompiera y destruyera la conexión espiritual que existía en las comunidades africanas.
La independencia nacionalista fue un gesto, una oportunidad para reconectarnos con nuestros legados ancestrales. Hoy, en Sudáfrica, muchos se están convirtiendo en adivinos, proporcionando un vínculo entre los antepasados y las generaciones actuales. Esto es bastante difundido aquí y creo que está directamente relacionado a la reparación y a la reconexión con nuestro pasado y nuestra humanidad. La búsqueda por la esencia de nuestra pertenencia como personas negras atraviesa todas nuestras luchas contra la represión y la esclavitud.
Audre Lorde vino a Ghana en busca de sus madres espirituales. El libro Beloved de Toni Morrison trata sobre el regreso a nuestras madres, a nuestro pasado, donde fuimos nutridas espiritualmente como seres humanos, porque el esclavismo tenía el objetivo de deshumanizarnos. Ello intentó despojarnos de todo lo que nos hacía humanos y convertirnos en cosas que se compran y se venden. Toda la idea de comprar y vender personas africanas fue un ejercicio violento de deshumanización, y las sociedades que se beneficiaron de esta violencia siguieron siendo esencialmente sociedades esclavistas. En todas partes, las personas africanas se aferraron a las tradiciones espirituales ancestrales y prácticas humanísticas orientadas a sí mismas y a la comunidad – y a los vínculos con aquellos que vinieron antes – para sobrevivir a la brutalidad del odio.
Al mismo tiempo, este regreso es un terreno resbaladizo, porque nos lleva de vuelta al nacionalismo. Puedo ver esto en la obra de Audre Lorde cuando ella regresó a Ghana. Su trabajo se volvió hacia el nacionalismo, algo contra lo que ella había luchado consistentemente cuando discutía sobre la homofobia dentro de las comunidades negras en los Estados Unidos.
Audre Lorde habla del placer como una fuente muy potente que toda mujer debería conocer. ¿Existe alguna relación entre el placer y el concepto de “contemporariedad”?
En este momento, estoy solo explorando las posibilidades de esta idea de “contemporariedad” y cómo podemos completarla con nuevos imaginarios hasta que se desborde. Bebemos de los legados más radicales, y Audre Lorde es radical y muy esencial para nosotras. Ella también nos enseña el coraje. El coraje nos permite tocar las partes más íntimas de nosotras mismas. Podemos entrar en nuestro Eros, la parte más bonita, pero tenemos que ser valientes.
Ella nos enseña a eliminar todos los tabúes, el motivo por el cual el patriarcado entierra el placer y crea tabúes a su alrededor es porque nuestro poder central está en Eros. Como mujeres, se nos enseña que tenemos que amar y cuidar a todas las personas, excepto a nosotras mismas, por supuesto. Los niños crecen dentro de nuestros cuerpos y absorben de ellos; los hombres entran y salen de nuestros cuerpos durante la mayor parte de nuestras vidas como un derecho sexual patriarcal; los empleadores usan y explotan nuestros cuerpos para obtener ganancias. Todo parece interminable.
Del trabajo de Audre Lorde sobre el placer, también aprendí que hay una diferencia entre necesitar a otras personas y ser suficiente. Cuando nacimos, llegamos a este planeta con todo lo que necesitábamos. Esto está dentro de nosotras, solo necesitamos explorarlo y llevarlo al proyecto humano colectivo de libertad. Pero, como mujeres, estamos bajo una constante vigilancia social y cultural. Se nos enseña que pertenecemos a todos los demás menos a nosotras mismas. Ésta es la base de la heteronormatividad, y muchas mujeres han aceptado este fraude. Por ello, cada mujer se debe a sí misma una identidad y una forma de vida feministas.
Ésta es también la razón por la que el amor lésbico es tan peligroso para el statu quo patriarcal. Las mujeres que aman a las mujeres fuera de las estructuras de poder del patriarcado configuran una amenaza para los elementos más fundamentales de la heterosexualidad y del poder masculino. Si bien todos los seres humanos tenemos la capacidad de experimentar placer, debemos comprender la importancia y los significados políticos de esto. Necesitamos volver a esta comprensión feminista, porque en las sociedades contemporáneas en las que vivimos, nuestros cuerpos, nuestras ideas y nosotras mismas podemos ser fácilmente mercantilizadas a través de la idea del placer como algo que está a la venta.
¿Puedes hablar sobre la relación entre la idea de “contemporariedad” y la captura de nuestras identidades como mujeres negras?
Básicamente, el feminismo está bajo ataque a través de la despolitización y de la apropiación. Primero, tomaron la idea de género y la transversalizaron. Luego, la sacaron del contexto teórico radical y de las tradiciones feministas que la produjeron como una herramienta explicativa en las luchas de las mujeres contra el statu quo masculino. La llamada transversalización de género y la apropiación de nuestro lenguaje sucedió en todo el mundo. Una de las formas en que opera la globalización, que es capitalista, en este momento es en la homogeneización del lenguaje y la vida en general. Todo debe ser igual.
Todas las organizaciones de mujeres alineadas con el Estado usan el mismo lenguaje. En el centro de este proyecto reaccionario está Naciones Unidas, donde todas estas personas se reúnen y definen acuerdos sobre determinadas estrategias. La ONU se estableció, en principio, para ayudar al Occidente, para reprimir la resistencia de las sociedades colonizadas y encontrar nuevas estrategias de saqueo y control después de la segunda guerra imperialista. La ONU no pudo detener el proceso de descolonización. Existe una jerarquía de desigualdad en las llamadas Naciones Unidas. No hay nada unido en los países que forman parte de la ONU. A través de prácticas excluyentes y las políticas del Consejo de Seguridad compuesto por los jefes del sistema capitalista, los Estados occidentales pudieron perpetuar las políticas coloniales de extracción y militarismo ya establecidas en la mayoría de las sociedades del Sur.
Necesitamos pensar en la globalización como algo mucho más grande que las políticas de ajuste estructurales del Banco Mundial, las políticas económicas del FMI [Fondo Monetario Internacional] que han devastado tantas sociedades y vidas, o simplemente la infraestructura financiera por la cual la vida es “financierizada” en beneficio del capital especulativo que actualmente domina el mundo, o como mercados y todo más. Todo esto es bastante esencial para el capitalismo. Pero la globalización también tiene que ver, principalmente, con las realidades extremas de los seres humanos, especialmente de aquellos que viven en cuerpos negros, y con la violencia que hemos experimentado y soportado desde que el capitalismo surgió en Europa como un modo de producción industrializado pedratorio y racista.
Todos vivimos en el mismo lugar. Todos vivimos en el planeta Tierra y, casi siempre, nos unen desafíos comunes. La Marcha Mundial de las Mujeres es una expresión de los problemas comunes que enfrentamos como mujeres. Traemos las especificidades de nuestro feminismo a estos espacios colectivos de discurso y militancia, y debemos ser muy conscientes del hecho de que nuestra conciencia está directamente influenciada y definida por las condiciones materiales dentro de las cuales resistimos al patriarcado. Los cuerpos que habitamos son matices de las formas en que articulamos nuestro feminismo como lucha y celebración.
¿La construcción de la autosuficiencia es capaz de inspirar alternativas colectivas? ¿Pueden estas experiencias de mujeres construir proyectos más amplios de libertad que crean alianzas con otros movimientos sociales?
Permítanme comenzar de esta manera: como mujeres radicales, todas venimos de tradiciones que minimizan al individuo porque entendemos que el capitalismo se enfoca en el individuo, la acumulación y la codicia. Es por eso que las políticas de izquierda y las tradiciones de las que venimos enfatizan el colectivo. Pero, para las mujeres, el colectivo también es un lugar de explotación. En los espacios colectivos llamados familia y comunidad, todavía se nos exigen el altruismo y la abnegación a través de la maternidad y el matrimonio, por ejemplo, y muchas de nosotras somos asesinadas en estos espacios. Incluso las mujeres que no forman parte del matrimonio heterosexual son presionadas para que sean femeninas en formas presumidas por la normalidad del altruismo.
A lo largo de la lucha contra el capitalismo y el patriarcado, hemos tratado de redefinir el colectivo y llevar los intereses de las mujeres al centro del colectivo. La mayoría de las veces, no logramos alterar la matriz de poder entre los intereses masculinos (que son de izquierda) y nuestros intereses feministas. La idea general y dominante del altruismo es más hegemónica y poderosa. Ha llegado el momento de interrogarnos críticamente los fundamentos y supuestos patriarcales que forman la base de la política de izquierda y que continúan a explotar y minimizar a las mujeres radicales dentro de la comunidad de izquierda.
Somos feministas, pero vivimos, trabajamos, luchamos y amamos dentro de sociedades patriarcales. Muy pocas de nosotras cuestionamos o desafiamos la heterosexualidad obligatoria. Pero la verdad es que la heterosexualidad obligatoria es la soga alrededor de nuestro cuello. Ella nos restringe y limita nuestra radicalidad. Las feministas deben pensar con mucho cuidado sobre los acuerdos que hacen como heterosexuales obligatorias y deben realizar un análisis político de lo que esto significa para su feminismo. Un buen punto de partida es preguntarse, honestamente y con amor propio, si vale la pena renunciar a la libertad en nombre de estos acuerdos. Estas son preguntas difíciles que las feministas deben hacerse a sí mismas como parte de la experiencia y de la aplicación de la “contemporariedad”. Lo colectivo y lo individual no son irreconciliables. Pero sólo pueden reconciliarse si nos ocupamos de las contradicciones, tabúes y restricciones que se nos imponen cuando empujamos los límites que nos mantienen irrealizadas.
¿Abandonarán los hombres el privilegio patriarcal y emprenderán nuevas formas de militancia y elaboración teórica? Ellos necesitan hacer el trabajo ideológico y político, hacer el trabajo de movilización para crear un nuevo lenguaje que hable de su propio rechazo al patriarcado. Cuando lo hacen, pueden comenzar a experimentar la libertad de maneras que no impliquen mantener la soga atada en nuestro cuello, hombros y espalda, ni impliquen nuestra muerte. Sus vidas serán suficientes para ellos mismos cuando comiencen un camino en la dirección opuesta a la impunidad y el privilegio patriarcal. Ellos se convertirán seres humanos suficientes. Lo mismo ocurre con el racismo. Las personas blancas necesitan renunciar a los privilegios raciales. De lo contrario, las personas negras tendrán que seguir luchando contra el racismo, lo que nos distrae del trabajo de recuperación y cura esencial que debemos hacer entre y dentro de nosotras. Cuando luchamos contra el racismo, creamos espacios que rápidamente son ocupados por las personas blancas, porque ellas todavía no están dispuestas a renunciar a los privilegios.
Sobre el tema de la alianza: es el momento de las organizaciones atravesaren el difícil y nuevo trabajo de reinventar alternativas en cualquier ámbito en el que actúen. Porque nosotras, las feministas, siempre estamos a la vanguardia, somos las que nos involucramos y donamos nuestras energías a nuestros aliados. Es hora de dar un paso atrás y decirles a todas las organizaciones que luchan por la justicia: déjennos hacer otras discusiones, hacer nuevas preguntas y comenzar a hacer este nuevo trabajo de nuevas maneras. Así, plataformas nuevas y suficientes de solidaridad surgirán y las posibilidades de vivir de maneras ecoafectivas con todos los seres vivos surgirán. Y el feminismo prosperará por la libertad.
[1] En el original, «cheap Black and Brown labour«. El término Brown puede referirse a los pueblos indígenas, latinos, asiáticos, árabes e indígenas que han sido sometidos y resisten a la violencia, la explotación y la discriminación racista.