Por primera vez en la historia, una conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático se celebra en el corazón de la Amazonía. La elección de Belém como sede de la COP30 tiene un simbolismo importante, pero está lejos de resolver las profundas contradicciones que han marcado estas conferencias durante tres décadas. Mientras en las salas de negociación se discuten metas y mecanismos de mercado, en los territorios amazónicos y en todo el Sur Global, las comunidades enfrentan los impactos directos de un modelo de desarrollo que sigue priorizando la acumulación sobre la sostenibilidad de la vida. Desde una perspectiva feminista, la crisis del planeta es inseparable de la crisis del cuidado. Frente a las negociaciones de la COP30, el feminismo popular denuncia la destrucción ecológica causada por el capitalismo y visibiliza los trabajos de cuidado que sostienen la vida, realizados en su mayoría por mujeres.
Las raíces de la crisis ambiental
La crisis climática no es un fenómeno aislado, sino el resultado directo de un modo de producción capitalista que trata a la naturaleza y al trabajo de reproducción de la vida —realizado mayoritariamente por mujeres— como recursos inagotables. Esta apropiación de la naturaleza y del trabajo de las mujeres constituye la base sobre la cual se erige la acumulación capitalista. El sistema se expande y se renueva también mediante mecanismos como la colonización, el racismo, el acaparamiento y la concentración de tierras.
Lo que llamamos conflicto capital-vida expresa esta contradicción estructural: mientras el capital y sus necesidades sean priorizados, la sostenibilidad de la vida quedará siempre en segundo plano.
La captura corporativa de la gobernanza climática
Las conferencias climáticas han sido progresivamente capturadas por lo que se denomina “multistakeholderismo”: una reconfiguración de la gobernanza global en la que las corporaciones transnacionales ocupan posiciones centrales en los procesos decisorios, sin ninguna base democrática para tal participación. Este fenómeno limita el alcance de las soluciones posibles a aquellas compatibles con la continuidad de la acumulación capitalista, vaciando de contenido la soberanía de los Estados, particularmente del Sur Global.
Este contexto se agrava con la crisis más amplia del multilateralismo y del sistema de las Naciones Unidas. La incapacidad del Consejo de Seguridad para responder eficazmente a genocidios, como el que Israel provoca en la Franja de Gaza, revela un sistema que opera con dobles raseros, priorizando los intereses geopolíticos de las potencias dominantes. Para los pueblos del Sur Global, esta crisis de legitimidad de las instituciones multilaterales demanda no solo reformas puntuales, sino transformaciones estructurales.
Desvelando las falsas soluciones
La COP30 se presenta bajo el lema de la “implementación”, desplazando el foco de la negociación de nuevos compromisos hacia la ejecución de los ya asumidos. Este encuadre, aunque aparentemente pragmático y necesario, tiende a naturalizar acuerdos construidos sobre bases que reproducen desigualdades estructurales.
El Fondo de Financiamiento para los Bosques Tropicales (TFFF), esperado como el gran anuncio de la COP30, ejemplifica las contradicciones de las falsas soluciones. Al monetizar los servicios ecosistémicos de los bosques y estructurarse como un mecanismo bancario que exige retornos financieros constantes, el TFFF convierte la conservación forestal en un activo financiero. Los países patrocinadores y los inversionistas privados se convierten en acreedores que esperan beneficios, mientras que los países forestales pueden ver sus reservas convertidas en garantías de títulos, con pagos sujetos a suspensión en crisis financieras.
La transición energética es otro tema central de la COP30. Sin embargo, tal como es propuesta por las corporaciones, mantiene intactas las estructuras de propiedad y control sobre los sistemas energéticos, así como las asimetrías en la distribución de los impactos. La extracción intensificada de minerales críticos exigida por esta transición reproduce patrones coloniales históricos: los costos socioambientales se concentran en el Sur y los beneficios son apropiados por el Norte.
Los mercados de carbono, también centrales en la COP30, en la práctica permiten la continuidad de las emisiones en los países industrializados, mientras restringen el acceso de las comunidades tradicionales a sus territorios, violando derechos. Casos documentados revelan proyectos implementados sin consulta adecuada y con contratos abusivos que limitan prácticas agrícolas tradicionales fundamentales para los modos de vida y la soberanía alimentaria.
Economía feminista como horizonte de transformación
La economía feminista, tal como la entendemos en la Marcha Mundial de las Mujeres, no es simplemente otro tema de debate, sino una propuesta de reorganización radical de la vida social. Se trata de poner la sostenibilidad de la vida —y no la acumulación de capital— en el centro de las decisiones económicas y políticas.
Esa perspectiva implica visibilizar y socializar el trabajo de cuidado, actualmente atribuido de manera naturalizada a las mujeres. Implica reconocer los límites biofísicos del planeta como condiciones innegociables. Y también implica comprender que las mujeres, especialmente campesinas, indígenas, de pueblos y comunidades tradicionales y de las periferias urbanas, enfrentan de manera desproporcionada los impactos de la degradación ambiental: son ellas quienes caminan mayores distancias cuando las fuentes de agua se contaminan, quienes garantizan la alimentación familiar incluso con el avance del agronegocio sobre los territorios, y quienes reorganizan comunidades tras eventos climáticos extremos.
La construcción de la Cumbre de los Pueblos
Frente a la COP oficial, los movimientos sociales y populares construyen la Cumbre de los Pueblos como un espacio autónomo de articulación y de luchas. Organizada en torno a seis ejes de convergencia, la Cumbre sintetiza las agendas que los movimientos ya construyen cotidianamente en los territorios.
Eje I. Territorios y maretorios vivos, soberanía popular y alimentaria: defiende la protección de los territorios y los derechos de los pueblos del agua, los bosques y los campos, exigiendo la demarcación de tierras indígenas y la titulación de comunidades tradicionales. Propone la Reforma Agraria Popular y la construcción de territorios agroecológicos para garantizar soberanía alimentaria, además del reconocimiento de la Naturaleza como sujeto de derechos y la valorización de los saberes ancestrales.
Eje II. Reparación histórica, lucha contra el racismo ambiental, las falsas soluciones y el poder corporativo: confronta los grandes proyectos del agronegocio y la minería, rechazando las falsas soluciones climáticas basadas en la financiarización de la naturaleza. Exige la cancelación de la deuda de los países del Sur, el pago de la deuda ecológica del Norte, la responsabilización de las corporaciones por crímenes ambientales y políticas de reparación para los pueblos.
Eje III. Transición justa, popular e inclusiva: defiende la inclusión de todos los trabajadores en la formulación de la agenda de lucha por una transición justa. Plantea el papel de las mujeres en el cuidado de los territorios y la necesidad de centrar la reproducción de la vida en nuestras propuestas. Propone democracia energética descentralizada, transición agroecológica y fortalecimiento de las economías territoriales populares, garantizando derechos laborales y combatiendo la precarización.
Eje IV. Contra las opresiones, por la democracia y el internacionalismo de los pueblos: fortalece el internacionalismo popular, promoviendo la movilización por la paz y la justicia climática, la lucha contra la extrema derecha, los acuerdos de libre comercio y la criminalización de migrantes, impulsando la reparación a los pueblos más afectados y el poder popular en todo el mundo.
Eje V. Ciudades justas y periferias urbanas vivas: desarrolla políticas urbanas para enfrentar la crisis climática en las periferias, combatiendo el racismo ambiental. Propone planificación urbana justa, reciclaje de inmuebles para vivienda popular, democratización del saneamiento y la energía, expansión de la cobertura vegetal y trabajo decente en las ciudades.
Eje VI. Feminismo popular y resistencias de las mujeres en los territorios: construcción del feminismo popular, antirracista, anticolonial y en defensa de las diversidades sexuales y de género. Organización de resistencia frente al avance del militarismo y la dominación colonial sobre las mujeres que viven en los territorios ocupados, bajo apartheid y en las guerras. Fortalecer la construcción de la economía feminista para hacer frente a las economías neoliberales.
Construyendo convergencias populares más allá de la COP30
La Marcha Global por el Clima, el 15 de noviembre, materializará la presencia de los movimientos en las calles, visibilizando nuestras propuestas y denunciando las falsas soluciones promovidas en el espacio oficial de la COP. El contexto en el que vivimos exige fortalecer la perspectiva internacionalista y antimilitarista en las manifestaciones, particularmente ante el agravamiento de los conflictos y genocidios en todo el mundo y la creciente militarización de la cuestión climática, que sirve para garantizar el acceso corporativo a minerales estratégicos y reprimir las resistencias territoriales.
Lo que nosotras, feministas, queremos es visibilizar la solidaridad internacionalista que ya se practica dentro de nuestra organización. Queremos mostrar cómo las mujeres de todo el mundo no solo señalan soluciones, sino que las practican en su vida cotidiana, formando la fuerza que sostiene la vida en un mundo que sufre con las guerras, la pobreza y con los eventos climáticos extremos.
Con la expansión de bases militares, los acuerdos de cooperación en seguridad y las operaciones conjuntas bajo el pretexto de combatir el narcotráfico y el terrorismo, los Estados Unidos intensifican su presencia militar en América Latina, perpetuando una lógica de control geopolítico que amenaza la soberanía de los pueblos, criminaliza los movimientos sociales y legitima intervenciones que históricamente han servido a los intereses corporativos en la región.
La COP30 podrá, en el mejor de los casos, producir avances incrementales en sus negociaciones oficiales. La transformación necesaria para enfrentar efectivamente la crisis climática dependerá de la capacidad de los movimientos para fortalecer sus organizaciones, ampliar articulaciones y construir poder popular capaz de imponer cambios estructurales. En nuestros territorios, ya construimos desde ahora, y siempre, nuestras alternativas al modelo dominante.

Natália Lobo, Diovana da Silva y Sophie Dowllar son militantes de la Marcha Mundial de las Mujeres en Brasil y en Kenia.
