Las jaimas en el camino de la militante saharaui Aiza Azna Zreibih

21/03/2025 |

Capire

El testimonio disponible en el libro El Amal relata su itinerario hacia el campamento de refugiados en 1972

Ignacio Azael Pérez Nuño

El texto que se presenta a continuación es un fragmento del testimonio “La historia es larga”, de Aiza Azna Zreibih, disponible en el libro El Amal, historia de mujeres saharauis, publicado por la Editorial Universidad de Guadalajara (2022).  El libro recoge testimonios de mujeres saharauis que encontraron cobijo en jaimas (tiendas de campaña), levantadas por saharauis con los que se cruzaron en el camino o que construyeron ellas mismas para dar cobijo a otras personas desplazadas, y que se convertirían en un importante espacio de organización de la lucha por la liberación del Sahara Occidental.

La VI Acción de la Marcha Mundial de las Mujeres (MMM), que se celebra bajo el lema “¡Marchamos contra las guerras y el capitalismo! Defendemos la soberanía de los pueblos y el Buen Vivir!”, tiene como símbolo las carpas feministas y solidarias. Como lo explican las militantes de la MMM en el texto de lanzamiento de esta acción, “la carpa o tienda de campaña representa no solo el capitalismo del desastre, las guerras, los desplazamientos y los migrantes, sino también un refugio para los pueblos, la sabiduría y los conocimientos ancestrales en muchas culturas, y resistencia. Desde estas reflexiones nos hemos planteado la construcción global de nuestra carpa de solidaridad feminista, un sitio donde se materialicen lo que queremos para el futuro de nuestro planeta como movimiento feminista popular”.

La historia es larga

(…) En 1972, en Tan Tan, los ciudadanos saharauis se manifestaron en territorio marroquí pidiendo la independencia saharaui, y ocho de esos jóvenes fueron encarcelados; a causa de eso, las mujeres tuvimos que lanzarnos y ahí participé yo. Fuimos testigos de cómo la policía marroquí nos empezó a pegar y nos empezó a callar, yo todavía no entendía muchas cosas, pero ahí me empezaron surgir muchas preguntas. A partir de ese movimiento los jóvenes revolucionarios intelectuales escribieron unas canciones, y esas canciones nos las dictaron a nosotras para que las escribiéramos, las cuales empezaron movilizar la concienciade las chicas. Una de las canciones decía algo así:

Nuestro enemigo está viviendo en este pueblo

moviéndose sobre principio y dispuestos todos a la lucha.

Hassan siente miedo por este pueblo

porque nos hemos empezado a llamar unos a otros.

Estamos preparando la jaima

que es la jaima de todos.[BP1] 

Otra de las canciones especial para movilizar a las mujeres decía algo así como:

Esta presión sobre la mujer me está enfadando

dejarla libre en todos los ámbitos.

Cuando escuchaban esas canciones,las mujeres se empezaban a movilizar, y eso ayudó también a que desaparecieran las presiones que teníamos y empezamos a ser más libres. Porque yo misma tenía encima la presión de la familia, pero a partir de ese movimiento se nos dieron más libertades, yo entré a la organización política, iba a las reuniones para escuchar y estudiar. Hubo un momento que me moví tanto que la policía marroquí me empezó a seguir; en ese tiempo tenía un niño pequeño que todavía estaba amamantando, se llama Husein, y como no me dejaban de perseguir, no tuve más remedio que escapar. Tuve que escapar,entre otras muchas cosas, porque el que era mi marido no quería que yo participara en la revolución, y yo le dije: “Voy a participar, quieras o no quieras”, y entonces nos separamos. (…)

Cuando se metió el sol emprendimos nuestro camino, antes de salirnos enseñaron las estrellas que teníamos que seguir, una estrella que no desaparecesiempre tienes que ponerla frente a tus ojos y seguirla. Por el día más o menos conocíamos, pues algunas de las mujeres eran beduinas. Iban con nosotros dos embarazadas y tres niños que caminaban. En nuestro caminar hacíamos muchas cosas para borrar nuestras huellas, cuando encontrábamos cabras, las poníamos a caminar en torno a nosotros para que desaparecieran nuestras huellas.

(…)

Después de mucho caminar vimos una jaima y llegamos porque ya estábamos muy cansadas, pero al ver que entramos a su jaima, los padres de esa familia se fueron despavoridos y nos dejaron solas, al poco rato llegó la hija de esa familia, que por lo visto andaba recogiendo leña, y ella fue quien nos ayudó. Las piernas las teníamos ensangrentadas y agrietadas. La chica nos empezó a poner gena con aceite y nos vendó los pies con trapos. Nos dio un poco de comida y agua, nos regaló dos camellos, puso la montura de ambos, en uno se subió la mujer que acababa de parir y en el otro la mujer embarazada, y nos fuimos.

Llegamos al mojón del cristiano y ahí nos agarró la policía española, al principio nos rodearon porque hacía algunos días habían agarrado a un grupo de marroquís armados y pensaron que éramos de ese grupo. La policía nos dijo que subiéramos a sus coches y que ellos nos llevaban a Mahbes, territorio español, pero nosotros nos negamos. La policía se fue, pero sobre nosotros sobrevolaba un helicóptero. Yo pude ver entre la policía española a un saharaui, pero yo no le hablé, ni él a mí.

Cuando estábamos cerca de Mahbes aparecieron un grupo de saharauis con sus coches y nos llevaron a una casa, aparecieron mujeres y nos empezaron a dar melfas limpias, colchas, comida, medicina para los pies, etc. Al parecer el saharaui que estaba con los policías corrió la voz de que había un grupo de mujeres viniendo que no habían querido subirse a los coches de la policía, así que todo mundo nos recibió con mucho gusto y alegría.

Tan pronto llegamos a la casa que nos recibió, nació el bebé de la mujer embarazada. Estuvimos en Mahbes hasta que vino el fundador del Frente Polisario y dio instrucciones para que quien quisiera se fuera para los campamentos de refugiados en Rabuni. Tan pronto llegué a los campamentos me metí a la instrucción militar, y ahí aprendí cómo manejar las minas, aunque en realidad hacíamos de todo, algunas veces me tocaba en la cocina, otras veces me ponía a estudiar, dar conferencias, etc.

Cuando llegué a Rabuni era alrededor de 1976, vivía en la única casa que estaba construida, le llamaban la casa de las mujeres. Poco a poco empezó a llegar más y más gente de todas partes, saharauis que al igual que yo a todos nos habían expulsado de donde estábamos viviendo. Para ese tiempo me pusieron al frente de la oficina de las mujeres, ahí ayudaba a todas las mujeres a resolver cualquier asunto que tuvieran, si necesitaban salir, si tenían que ir al hospital, en fin, cualquier asunto relacionado con las mujeres.

Desde ese entonces hasta ahorita sigo trabajando al frente de las mujeres; una de las cosas que hice junto con otras mujeres fue escribir cartas a todas partes del mundo para que la gente se enterara de lo que estaba pasando con las mujeres saharauis en medio del desierto. Yo creo que en medio de este problema nosotras, las saharauis, no pensábamos como las mujeres normales, sólo pensábamos en hacer lo que estuviera en nuestro alcance para sobrevivir y que el mundo supiera lo que había pasado aquí.

Junto con varias mujeres fuimos a Argelia y Libia para sensibilizar a otras. Después de tres años me volví a casar con un combatiente y tuve una niña, me mantuve un poco al margen para poder dedicarme un poco a mi niña, pero me quedé al cargo de la Daira, y no es un trabajo sencillo, pues se trataba de resolver todos los problemas que tiene la gente en torno al agua, los alimentos, etc. También participé en la creación de la escuela para mujeres, porque siempre me ha gustado superarme y ampliar mis conocimientos.

Del 2003 al 2009 me he dedicado a trabajar en los congresos de participación de las mujeres, pero a finales del 2009 tuve que parar un poco porque tuve un problema de corazón, sin embargo, aunque ahora no puedo hacer mucho por mi situación de salud, sigo fiel a la causa y con las mujeres saharauis hasta el fin del mundo, sobre todo con ellas porque yo he visto todo lo que han vivido, son valientes, son bravas, participan en el ejército, son doctoras, enfermeras, maestras, economistas, educadoras, políticas, diplomáticas, etc. Y somos nosotras quienes hemos levantado a un pueblo de la mejor manera posible.

(…)

Yo creo que ya en esta etapa de mi vida lo único que me queda es decirles a las nuevas generaciones que sigan cuidando y luchando por nuestra cultura, nuestra tradición y la ética saharaui, y mantener sobre todo la unidad de un pueblo, porque gracias a esa unidad hemos llegado a donde hemos llegado, no hay que dispersarse. Es muy importante que nuestras nuevas generaciones hagan lo posible por seguir estudiando y preparándose para utilizar esa sabiduría en un futuro.

Yo veo una gran diferencia entre la generación de mujeres en la que yo viví y la de ahora, es decir, la generación de mi hija o la de mis nietas. En mis tiempos muchas mujeres saharauis —no sólo yo— tuvimos que escapar, luchar y enfrentarnos a todo, improvisar y sujetar a nuestros hijos. Ahora las nuevas generaciones ya tienen espacio, les tocó vivir otras cosas, están en un lugar estable, pueden prepararse, estudiar. Ahora lo que yo quiero que pase es que estas mujeres, las hijas de las hijas y las hijas de aquellas, deben hacer mucho más, actuar con mayor contundencia, porque todas las madres de estas generaciones han sufrido y no hay familia que no haya perdido a algún familiar en combate, por la epidemia o por la circunstancia que vivimos, por eso yo creo que las mujeres de ahora tienen más responsabilidad porque ellas tienen cultura, educación, saben otros idiomas y pueden llegar a donde quieran.

Por último, pero no menos importante, debo decir que cuando salí de Tan Tan no volví a ver a mis padres. Sólo supe que mi padre murió preso en la cárcel marroquí y mi madre al poco tiempo murió en El Aaiún. Dos de mis hermanos murieron en combate, sin embargo, todavía tengo dos hermanos que viven en El Aaiún ocupado. En el 2005 con la visita organizada por la ONU, pude regresar después a ver a lo que quedaba de mi familia y mi ciudad. Cuando volví a mi ciudad lloré muchísimo porque algunas militantes como yo no tuvieron la misma suerte, a ellas sí las atraparon y estuvieron por más de 20 años encarceladas. Recorrer las calles y recordar cómo era esa ciudad cuando yo vivía ahí me produjo mucha tristeza, yo quería reconocer algún detalle del El Aaiún libre que yo recordaba.

Somos un pueblo humano que no busca la guerra, ni la muerte, sólo pedimos lo que nos corresponde, sólo exigimos nuestra libertad, la libertad de mi patria. ¿Dónde está el mundo, dónde está la humanidad, que es capaz de ver ante los ojos de todos cómo se tortura, cómo se pisotean los derechos, es capaz de ver las cárceles con mujeres que sólo por defender su causa han pasado décadas encarceladas, y nadie hace nada? Yo me pregunto entonces: ¿dónde está la humanidad?, ¿dónde están la justicia y el derecho?

Cuando miro algunas fotos, me da mucha nostalgia y tristeza, porque muchas de las personas que yo conocí y que están en esas fotos ya no viven, murieron sin ver la libertad de nuestro pueblo. La fotografía que sujeto en mis manos es cuando estaba en instrucción militar en Rabuni, a pesar de toda la circunstancia que estábamos viviendo podía sonreír.

Redação por Bianca Pessoa
Revisão por Helena Zelic

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