Las metodologías feministas de educación popular integran forma y contenido, siguiendo los ritmos y el cuidado de la construcción colectiva del conocimiento orientado a la lucha. Tienen como punto de partida las experiencias individuales y colectivas de resistencia y organización. Esos son los principios de la Escuela Internacional de Organizción Feminista Berta Cáceres que, el pasado 5 de abril, realizó un taller dedicado a la formación técnica sobre las herramientas utilizadas y a la presentación y acogida de las participantes.
Compartir saberes y tecnologías y hacer visible el trabajo necesario para una Escuela Internacional online
Para conectarse y participar en la Escuela Internacional, algunas mujeres que viven en territorios ancestrales indígenas y afrodescendientes tuvieron que viajar a la ciudad para tener acceso a Internet. Algunas se conectan a través de celulares, otras a través de computadoras. Aprender a utilizar las herramientas de videoconferencia es un reto que las participantes han asumido, y un proceso que será permanente para participar en la escuela y fortalecer la organización de las mujeres en cada lugar.
En el taller se presentaron, una a una, todas las herramientas que se utilizarán: videoconferencia, aplicaciones para grabar colectivamente los debates, el espacio de memoria de cada encuentro.
Las traducciones son un reto permanente en la construcción de los movimientos internacionales e internacionalistas. La justicia lingüística es un principio y una práctica de la Escuela. El equipo de traducción que acompaña todo este proceso -en inglés, portugués, francés y español- fue presentado y todas pudieron conocer a aquellas cuyas voces hacen posible el entendimiento entre todas, la construcción común del conocimiento.
Sacar el trabajo de la traducción de la invisibilidad, situando la justicia lingüística como principio político, es una forma de reconocimiento del trabajo necesario y del compromiso colectivo con este principio: hablar a un ritmo más lento, con pausas, evitar siglas y acrónimos, entre otras prácticas fundamentales para la comprensión y la escucha activa en una Escuela tan diversa. Los idiomas de la escuela no son necesariamente la lengua de origen de las participantes, lo que plantea aún más desafíos y requiere un mayor compromiso. Las compañeras de habla árabe han señalado que, entre ellas, organizarán prácticas de traducción al árabe durante la Escuela.
Cuando hablamos de tecnologías, no las reducimos a lo digital. En las tres horas de conexión de cada reunión, conviene recordar que, detrás de las pantallas, hay cuerpos que necesitan alimentarse, hidratarse y estirarse. Las participantes se dividieron en comisiones y grupos de trabajo para repartir las tareas de la Escuela: las actividades para energizar los cuerpos y mentes, las místicas, síntesis e informes, y también las fiestas. Las participantes también se comprometieron a registrar las reflexiones políticas y metodológicas de cada reunión en diarios, que serán fundamentales para organizar los procesos de formación posteriores en cada región.
Quiénes son las participantes de la Escuela Internacional y cuáles son sus luchas
Las participantes de la Escuela suman 132 militantes de diferentes pueblos y localidades ubicados en al menos 39 países y territorios: Zimbabue, Zambia, Venezuela, Uganda, Turquía, Túnez, Tanzania, Sudán, Somalia, República Democrática del Congo, Reino Unido, Kenia, Quebec, Portugal, Puerto Rico, Filipinas, Pakistán, Palestina, Nigeria, Mozambique, México, Marruecos, Líbano, India, Honduras, Países Bajos, Haití, Iximulew/Guatemala, Galicia, País Vasco, Estados Unidos, Cuba, Costa de Marfil, Chile, Canadá, Burkina Faso, Brasil, Bolivia, Argelia. Señalamos el «al menos» porque muchas luchas de las mujeres están atravesadas por la reivindicación y el reconocimiento de los territorios de sus pueblos, ya sea por la demarcación de territorios ancestrales indígenas o afrodescendientes, o por el reconocimiento y la visibilidad de la memoria de los pueblos de cada lugar ocupado por las colonizaciones.
Cada una de las participantes trae a la Escuela sus luchas y visiones, compartidas en este encuentro en catorce grupos de base realizados simultáneamente, divididos en los cuatro idiomas utilizados en la Escuela (portugués, español, inglés y francés). Son luchas diversas y múltiples, pero con puntos de contacto y conexión, articuladas en la solidaridad y el internacionalismo.
Las mujeres que participan en la Escuela son parte de procesos de disputa y defensa de los territorios, de resistencia al extractivismo, a la contaminación ambiental y al desplazamiento forzado, a la invasión de tierras y bosques, a la especulación inmobiliaria en las ciudades, a las ocupaciones colonialistas y a la expansión de las fronteras del capital impulsada por las empresas transnacionales. Las mujeres afirman la autodeterminación de los pueblos y la propiedad colectiva de los territorios ancestrales indígenas y afrodescendientes.
Estas luchas se articulan con las propuestas de justicia ambiental y climática, y cuestionan los gasoductos y oleoductos que atraviesan territorios y dividen a los pueblos, las presas e hidroeléctricas que privatizan los ríos y los muros que impiden la libre circulación, la dignidad y los derechos. En las grandes obras extractivas se profundiza la violencia sexual y racista. Las participantes se enfrentan a la violencia y feminicidio, la trata y la explotación, la mutilación genital y la prohibición del aborto. Afirman la autonomía sobre los cuerpos, las sexualidades diversas y disidentes, luchan para que las mujeres y las personas LGTB puedan circular libremente y con seguridad.
Las mujeres construyen la soberanía alimentaria como un proyecto político, desde prácticas y estrategias como la agroecología en el campo y en la ciudad y la defensa de las semillas criollas como patrimonio de los pueblos.
En diferentes partes del mundo, las participantes de la Escuela se enfrentan a la criminalización, la vigilancia, los asesinatos y persecución política, encontrando puntos en común y expandiéndose en las luchas antirracistas contra el encarcelamiento masivo y las cárceles. Construyen las luchas por la paz en sus países y en el mundo, enfrentándose a los infortunios de las guerras y los conflictos armados, que están asociados a la disputa violenta por los bienes comunes y la naturaleza.
Las participantes de la Escuela están implicadas en la resistencia al avance de la extrema derecha y el fascismo, los golpes de Estado y las fuerzas políticas autoritarias que profundizan el racismo, la misoginia y las dinámicas heteropatriarcales que imponen la maternidad y el trabajo doméstico como responsabilidad exclusiva de las mujeres en las familias. Las participantes de la Escuela luchan por los derechos de las trabajadoras domésticas, enfrentan a la pobreza y articulan las experiencias cotidianas de las mujeres en una fuerte crítica a las políticas neoliberales y de ajuste, a la deuda impuesta por las instituciones financieras, a los tratados de libre comercio y a las patentes que obstaculizan la salud pública. Se involucran en la defensa de los derechos de las personas migrantes, en las organizaciones comunitarias para que las comunidades excluidas de los derechos más básicos puedan acceder a la alimentación, cuidados y salud. Defienden los servicios públicos y la reorganización del trabajo doméstico y de cuidados que hace posible la sostenibilidad de la vida. Participan en los procesos políticos para situar la sostenibilidad de la vida en el centro de la legislación, incluidos los procesos constituyentes.
Las participantes de la Escuela aportan, en sus prácticas organizativas y en las alternativas que ponen en marcha, una crítica contundente al modelo de desarrollo violento liderado por las empresas transnacionales. Desde ahí, construyen una economía feminista, antirracista y solidaria como práctica, como horizonte y como programa de transformación de la sociedad. Reivindican el feminismo popular, indígena y campesino. Son anticapitalistas. Construyen iniciativas de apoyo mutuo, prácticas de cuidado y sanación de los cuerpos y la naturaleza, de forma colectiva y autoorganizada en sus comunidades, enfrentando el racismo y el colonialismo, defendiendo el cuerpo-tierra-memoria. Recuperan y reivindican los lenguajes y saberes ancestrales y, a la vez, construyen herramientas de comunicación feministas y populares. Todas estas estrategias se encuentran en la construcción de sujetos políticos emancipadores, y son los puntos de partida de las mujeres que, hasta julio, harán de esta Escuela Internacional un hito para la construcción del feminismo popular. Sigue, en Capire, los resúmenes de cada encuentro.