Cindy Wiesner conversó con el equipo de Capire sobre la visión de los movimientos populares y los desafíos de la lucha feminista y antirracista en EE.UU. Habló de la derrota de Trump en las elecciones en 2020, la ‘diversidad del neoliberalismo’, las luchas en su contra y el movimiento Black Lives Matter y sus propuestas antirracistas, además de los planteamientos de la economía feminista y la lucha por justicia ambiental.
Cindy Wiesner es la directora ejecutiva de Grassroots Global Justice Alliance (GGJ), una alianza estadounidense de organizaciones comunitarias populares y redes regionales y nacionales. GGJ es un movimiento multirracial, multisectorial e intergeneracional que construye alianzas. Se creó para decir «no» a las guerras y ocupaciones, no sólo en todo el mundo sino también en las comunidades de los Estados Unidos, para decir «no» a la crisis climática y al calentamiento global, y para hacer una transición justa a una economía regenerativa antirracista y feminista. Participa activamente en alianzas de movimientos sociales internacionales como la Jornada Continental por la Democracia y contra el Neoliberalismo e integra la Marcha Mundial de las Mujeres.
Hija de madre salvadoreña y padre colombo alemán, Cindy nació en un barrio popular de Hollywood, California, y entró en contacto con la política a principios de los 90. Estaba muy influenciada por el movimiento antiapartheid, el movimiento contra la intervención en Centroamérica y también en la lucha contra la brutalidad policial. Se convirtió en feminista, se asumió como lesbiana y también decidió que organizar a la gente en las calles contra la guerra era una tarea potente, así como construir el movimiento obreto. Lea la entrevista a continuación:
Desde antes de las elecciones hemos acompañado el intenso trabajo que han hecho con el objetivo político de sacar a Trump del gobierno. Considerando los avances de las movilizaciones populares de Black Lives Matter, organizaciones de izquierda y feministas, nos gustaría escuchar tu análisis sobre qué significa la derrota electoral de Trump.
En 2016, cuando Trump fue electo, sabíamos que tendríamos que unirnos de una manera que los movimientos de Estados Unidos no lo hicieron por muchas décadas. Sabíamos que su administración iba a perseguir todos los avances y victorias civiles, laborales y sociales. Empezó a atacar y llevar a cabo recortes. Básicamente estaba recortando toda la red de seguridad, atención sanitaria, vivienda, educación, lavándose las manos de cualquier responsabilidad estatal ante su población. Sabíamos que tendríamos que luchar contra él a todos los niveles. Contra la fuerte histeria antiinmigración de Trump, su negación sobre el clima, su orientación a perforar, cavar y quemar la tierra y sus recursos, pero también su evidente racismo. Durante los últimos cuatro años hemos visto sucesivos ataques y aunque hayamos derrotado a Trump ahora, la realidad es que llevará décadas para que volvamos realmente a donde estabamos para poder seguir adelante.
Nuestro actual desafío es organizarnos nuevamente, pero con más ganas, eso es lo que esta crisis múltiple nos está mostrando. Tenemos que seguir impulsando la lucha. Tenemos que elegir entre seguir con esta tendencia de la derecha autoritaria mundial y lo que llamamos la «diversidad del neoliberalismo», como la administración de [Joe] Biden y [Kamala] Harris, o construir algo completamente nuevo. Para Grassroots Global Justice y muchas de las organizaciones y alianzas de las que formamos parte, tenemos ahora la oportunidad de una reorganización total de la sociedad. Lo que parecía imposible hace nueve meses, ahora es posible. Va a exigir una organización profunda, va a demandar estrategias, acciones, incluso legislativas, y demandará también poder electoral, pero tenemos la oportunidad de proponer una visión alternativa.
A mediados de 2020 en Estados Unidos hubo la movilización masiva más grande de nuestra historia. Se estima que 50 millones de personas salieron a las calles en respuesta al asesinato de George Floyd y muchos otros afroamericanos. Fuimos testigos de un frente multirracial liderado por el pueblo negro en cada ciudad, saliendo a las calles durante la pandemia cada día, con la participaciṕn de millones de personas, en permanente movilización para defender a las Vidas Negras. Realmente se demostró una rendiciń de cuentas sobre el racismo y la supremacía blanca en todos los niveles. Fue muy significativo también porque inspiró movilizaciones en todo el mundo.
En las elecciones de 2016 se creó lo que ahora se conoce como ‘squad’ (la brigada), con las diputadas Alexandria Ocasio-Cortez, Rashida Tlaib, Ilhan Omar y Ayanna Pressley, y en esta última elección, el squad se amplió con representantes aún más radicales. Para nosotros es importante pensar en este programa muy amplio, de múltiples niveles y realmente político, que está empezando a demandar, por ejemplo, el rescate financiero de las personas en lugar del rescate financiero de las corporaciones, el Green New Deal (GND) [Nuevo Acuerdo Verde, en español, una agenda política ecosocialista frente al cambio climático], están también las demandas del movimiento Black Lives Matter, con el llamado Breathe Act [Ley de libertad para respirar, un proyecto presentado en respuesta a los recientes casos de violencia policial, que incluye la reducción de las inversiones en las fuerzas policiales y el incremento de las inversiones en alternativas para la seguridad pública], las demandas de los estudiantes para que sus préstamos estudiantiles sean cancelados, el Medicare for All [el programa sistema de salud para todos], sólo para mencionar algunas de las principales demandas de los movimientos, que también desafían el proceso antidemocrático ya que algunas cuestiones ni siquiera llegan a lo que realmente es desafiador en el Colegio Electoral.
Como muchos habrán percibido, está el voto popular, que básicamente no cuenta, y está el sistema de Colegio Electoral que define la presidencia. Y este colegio electoral debería ser abolido porque fue creado durante la esclavitud y sólo existe para dar prioridad a las élites blancas dominantes. Tenemos que abolirlo porque es incongruente con el voto popular de las personas. Debido a las consecuencias de las elecciones, los movimientos sociales se articularon para conformar un conjunto coherente de demandas transformadoras, no es algo simple, pienso que será un reto para los movimientos unirse en este tipo de régimen post-Trump y seguir luchando contra el trumpismo y el neoliberalismo.
La derrota electoral de Trump representa la derrota de la derecha autoritaria, fascista, racista y misógina. Aunque haya sido derrotado, sigue teniendo una importante presencia en la sociedad, expresada incluso en el número de votos. A la vez, Joe Biden y Kamala Harris presentan una tinte democrático, pero sabemos que el proyecto de los demócratas de Wall Street está relacionado con lo que llamamos de autoritarismo de mercado. ¿Cómo analizas las características de la administración de Biden y su composición, pensando en los desafíos para la democracia y la lucha contra el neoliberalismo en este nuevo escenario?
Habrá cierto alivio de que Trump ya no esté en la presidencia debido a los daños y ataques de los últimos años y, de diversas maneras, al genocidio relacionado con la pandemia. El número de personas fallecidas por covid-19 en Estados Unidos es vergonzoso y resulta de su mala gestión de la pandemia. Cuando se habla de Biden, se dice que es empático. «Se preocupa por la gente. No va a ser grosero», para muchos eso es importante y va a ser suficiente y entonces dejarán de preocuparse por la política. Tenemos una relación abusiva con Trump, así que con Biden se sentirá mejor y distinto. Nosotros, en tanto movimiento, tratamos de entender que para la gente es algo importante no tener este nivel de terror y miedo. Pero luego se plantea la cuestión de cómo el movimiento se posiciona para seguir en construcción y dejar claro que un enfoque neoliberal puede ser más amable, pero no será mejor ni responderá a las necesidades de todos.
Tenemos un sistema bipartidista. No hay alternativas viables en términos de otros partidos; la mayoría de nosotros en la izquierda somos muy críticos con el Partido Demócrata. El Partido Demócrata ha dado por sentado el voto de los afrodescendientes, latinos, mujeres y progresistas. Siguen creando estrategias y empleando recursos para tratar de convencer a las personas blancas que votaron por Trump de que voten por el Partido Demócrata, empleando más tiempo y recursos en la centroderecha y no en los sectores progresistas e izquierda. Esta es una estrategia fallida, que llevó a la derrota de Hillary Clinton en 2016. Si no hubiera habido un levante este verano, Biden habría perdido por la insistencia del Partido Demócrata de no hablar de los temas relevantes para los afroamericanos, latinos, la clase obrera, etc. Dieron por sentado nuestro voto.
Los protagonistas del cambio se alimentaron de la revuelta de ese verano, fuimos parte de un proceso que impulsó y canalizó el levante popular y lo «electoralizó». Hubo una cantidad de votos latinos, afrodescendientes y jóvenes sin precedentes, en particular, en ciudades afroamericanas como Detroit, Filadelfia, Atlanta y ciudades latinas como Phoenix. Se cuestionó el resultado de las elecciones en los lugares que ganó Biden.
El presidente electo, Joe Biden, y su vicepresidenta, Kamala Harris, nominaron a muchas mujeres, negros y latinos para puestos en su gabinete y creo que las personas piensan que esto es importante. Está Kamala Harris, la primera mujer, la primera afroamericana, la primera sudasiática, la primera hija de inmigrantes que ocupa el cargo de vicepresidenta y tenemos que ser muy claros sobre esta diversidad del neoliberalismo. En su campaña, Biden habló en cuatro sectores prioritarios para su gobierno, que serían la justicia racial, la justicia climática, la economía y la pandemia. ¡Esto sería genial! Es una gran prioridad, pero cuando ves a quien puso en su gabinete, muchos vienen de la era de Obama, tienen lazos con Wall Street, con el sector industrial, forman parte del problema. Pero tenemos al primer hombre negro designado para dirigir el Departamento de Defensa, como jefe del Pentágono, y todos pueden pensar que es formidable, pero forma parte de la junta directiva de Raytheon Technologies, un fabricante de armas militares. Así que esta cuestión de la identidad y la diversidad en el neoliberalismo es muy importante para que entendamos que sí, habrá muchos ‘primeros’ en términos de representatividad, pero debido a eso, mucha gente no se preguntará cómo son sus políticas o cuáles son sus experiencias anteriores y eso es peligroso.
Necesitamos seguir movilizándonos, presionando y desarrollando una agenda más allá de nuestros movimientos, pero que se convierta en algo más grande, para que la población empiece a articularse, ya que necesitamos un Green New Deal, el Breath Act, recortes en el presupuesto del Pentágono, etc. por qué necesitamos las cosas que exigimos.
Hablamos mucho en Rising Majority [una coalición que busca plantear una estrategia colectiva entre fuerzas políticas que luchan por trabajo, juventud, abolicionismo penal, derechos migratorios, cambios climáticos, feminismo, antiimperialismo y justicia económica]. Estamos seguros de que vivimos en una democracia burguesa, que no es la democracia en la que creemos. Entonces,¿cómo podemos seguir articulando y practicando la democracia radical? Es muy importante para nosotros tener un vínculo con nuestros hermanos y hermanas en las Américas y en todo el mundo, porque tenemos mucho que aprender y ahí tenemos una oportunidad de intercambio profundo, como mirar la experiencia de Chile, por ejemplo. Lo que empezó como una lucha por unas tarifas más justas dio lugar a un cambio en la Constitución y lo hicieron a través de una Asamblea Constituyente. Estas son lecciones y experiencias muy importantes. Lo que parecía imposible se hizo posible. ¡Esa es la lección de ese último año!
¿Cómo analizas la propuesta antirracista de recortar los fondos de la policía y su relación con la política exterior y la militarización?
Hace unos seis años, cuando el movimiento Black Lives Matter nació del trágico asesinato de Michael Brown, hubo una movilización masiva, se conformó el eslogan Las vidas negras importan y millones salieron a las calles. Desde entonces, han estado tratando de averiguar cómo evolucionar de un movimiento espontáneo a una organización y esto no es tan simple ni algo que suceda con frecuencia. Se dedicaron en serio y unos años más tarde crearon una red llamada Movimiento por las Vidas Negras, que está conformada por unos 150 miembros. Construyeron diferentes enfoques en torno a la política, educación política y construcción de un frente multirracial único liderado por los afroamericanos.
Este movimiento está liderado principalmente por mujeres negras feministas, anticapitalistas, antiimperialistas, muchas de ellas queer, personas no conformes a los patrones considerados propios de cada género, este núcleo de liderazgo es muy visionario. Crearon una visión propia del radicalismo negro y, en su interior, intentan combatir el incrementalismo. Muchos dicen que la policía sólo necesita capacitación acerca de la cuestión racial o grabaciones para que no sean tan terroristas. Pero estos enfoques no redujeron la violencia policial en absoluto. Hay una visión más amplia, el Movimiento por las Vidas Negras tiene una perspectiva abolicionista, con la articulación de una perspectiva feminista abolicionista, planteada por Angela Davis, con la abolición del encarcelamiento, que plantea la pregunta: ¿cómo vivimos y redefinimos la seguridad y la protección? ¿Cómo pensamos en una reparación cuando el daño está hecho? Esta es la base política que da lugar a esas ideas y al lema de «desfinanciar a la policía».
Se eligió el lema «Desfinanciar a la policía», algo muy controversial. Los demócratas y los demócratas de centro culpan a esta agenda por las pérdidas de votos del partido debido a que algunos de los candidatos la apoyaron. Biden dejó muy claro que no la apoya, Bernie Sanders hizo lo mismo. Trump y todos los republicanos piensan que esto es una blasfemia, ¡como el diablo! [entre risas]. Lo que pasó fue que hizo que la gente empezó a preguntarse por qué los departamentos de policía reciben millones y millones de dólares. Y de hecho, en muchas ciudades, casi la mitad del presupuesto municipal está destinado a la policía. Realmente comenzó a crear un nuevo paradigma en torno a la pregunta de por qué estamos financiando a estas personas que están matando a la gente, aterrorizando a las comunidades afroamericanas e inmigrantes. Todo esto se ha convertido en una llamado especialmente para que la América blanca se despertara ante el asesinato de los negros día tras día. No es ninguna novedad y sigue ocurriendo. Hace dos días otro joven fue asesinado en Ohio, todos los días hay homicidios, como sucede en Brasil y en otros lugares.
Lo que es realmente inteligente en el Breathe Act es que han creado una agenda legislativa que dice que, si se quita la inversión de la policía, se puede invertir en muchos otros sectores importantes, como la salud mental, la educación, empleos. Y esas propuestas vienen del Movimiento por las Vidas Negras. No solo salieron en las calles muy rápidamente, sino que también respondieron con una propuesta en torno a la financiación de la policía.
¿Y cómo se conecta esto con la política exterior y la militarización?
En cuanto a la militarización, hay un movimiento creciente que se organiza en torno a lo que llamamos de desfinanciamiento del complejo industrial-militar, desfinanciamiento del Pentágono y las bases militares, cárceles y del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE) [agencia del Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos]. Al observar claramente cuánto de nuestro presupuesto federal está militarizado, así como los presupuestos locales y estatales, casi dos tercios de nuestro presupuesto nacional está militarizado.
Hemos conectado el debate del desfinanciamiento de la policía al desfinanciamiento del complejo industrial-militar. Eso es muy significativo. Forma parte de nuestro trabajo y de nuestras demandas empezar a plantear en las campañas acerca del desfinanciamiento el siguiente cuestionamiento: a qué está dedicado el dinero de los contribuyentes de Estados Unidos. El año pasado participamos en un proceso llamado Feminist Foreign Policy, y en el marco de esta iniciativa presentaremos un informe con un enfoque feminista sobre la política exterior, en el cual abordamos lo que significa plantear una posición sobre temas como las sanciones. Sabemos que las sanciones matan, se trata de una muerte lenta, causada por la hambruna o bloqueo de compras de medicinas; cuál es nuestra posición sobre la diplomacia, cuáles son nuestras recomendaciones acerca del tema de la guerra y la ocupación.
Algunos miembros de la izquierda en Estados Unidos tienen una posición reaccionaria cuando se trata de Corea, Venezuela y Cuba. Y parte de lo que estamos tratando de articular es una nueva organización porque sabemos que Biden intentará redefinir EE.UU. como una potencia mundial. Había dicho que Trump era un nacionalista «antiglobalista», por lo que EE.UU. era considerado más débil, y que habría que reclamar esta hegemonía global. Esto es peligroso, especialmente con Biden siendo «cool» y empático.
Creo que la agenda de la política exterior será más complicada para Estados Unidos, pero también para todo el mundo. Mi predicción es que Biden se recuperará en términos de más agresión bélica global, apoyando la ocupación, militarización y las posibles intervenciones en países como Irán o Venezuela. Nos articulamos con el reto de plantear por qué es importante poner la atenciń en este intento de reposicionamiento y que no nos sintamos cómodos con el gobierno de Biden-Harris porque puede remontarse a la era de Obama o incluso a la era de agresión, guerra y ocupación de Bill Clinton.
Defiendes las propuestas de la economía feminista regenerativa y también participas en este proceso de convergencia hacia el Green New Deal. Sin embargo, desde el exterior hemos visto algunas repercusiones de la idea del Green New Deal que lo vinculan a un nuevo impulso para la financiarización de la naturaleza, en el marco de la economía verde. ¿Podrías explicar un poco más sobre las estrategias de los movimientos de izquierda en esta agenda?
Como integrante del movimiento por justicia ambiental y justicia climática, nosotros de Grassroots Global Justice Alliance (GGJ), Red Indígena Ambiental (IEN) y Climate Justice Alliance acompañamos el proceso de la Conferencia de las Partes (COP), en las Naciones Unidas, acerca de las negociaciones anuales sobre el cambio climático.
Estuvimos en Cochabamba, Bolivia, en 2010, también estuvimos en la Cumbre de los Pueblos en Río + 20 junto con la Marcha Mundial de las Mujeres, Vía Campesina y Amigos de la Tierra. Criticamos los mecanismos del mercado de carbono y la dependencia de lo que llamamos falsas soluciones, que son básicamente soluciones basadas en el mercado, impulsadas no sólo por las Naciones Unidas, sino también por las empresas y muchas organizaciones internacionales del clima como una forma de resolver el problema del calentamiento global. Hay muchas críticas a la fracturación hidráulica (fracking), la energía nuclear y la geoingeniería, «soluciones técnicas» a la crisis ecológica. Creemos que es importante detener las emisiones de carbono en su origen, lo que significa detener la fractura hidráulica y detener el uso de la energía nuclear como fuente de energía. Lo que planteamos es la necesidad de una transición justa hacia una economía regenerativa. Uno de sus componentes es pensar realmente en las economías vivas locales, planteando los conceptos de soberanía alimentaria, democracia energética, bienes comunes y los derechos de la naturaleza, y esto significa realmente reconceptualizar la organización de la sociedad y la forma como vivimos.
Vivimos en un planeta finito, con límites, eso lo hemos visto con el incremento de las inundaciones, huracanes, incendios forestales, sequías, etc. Estas catástrofes que ocurrían ocasionalmente ya se están normalizando, son casi estacionales. Cada año, ahora, arde la costa de California, hay huracanes en Puerto Rico, en la Costa del Golfo y otras partes de América Central, una completa devastación. Así que la propuesta del Green New Deal no salió de nuestros movimientos. Se trata de una propuesta de la diputada Alexandria Ocasio-Cortez, de Bernie Sanders y el Sunrise Movement (Movimiento del Amanecer), que es una organización juvenil que movilizó la imaginación radical de muchas personas, algo necesario para que se creara un nuevo contrato económico y político, planteando nuevos puestos de trabajo y una economía verde.
Después de que el Green New Deal ganó impulso, la organización de base consideró que sería importante llevar nuestra política y propuestas al nivel legislativo. Las cuatro Alianzas de It Takes Roots ahora forman parte de la Red del Green New Deal, una nueva articulación nacional que está planteando cómo garantizar un programa legislativo en el Congreso. Pensamos que sería importante estar presentes en la mesa de diálogo, ya que sería una gran decisión, a pesar del modo como comenzó, porque queríamos dar forma y definir lo que el Green New Deal debería significar concretamente, para que no se basara en un capitalismo verde o en un modelo de lavado verde, sino más bien en lo que creemos, que es una economía regenerativa antirracista y feminista.
Esta es una gran pelea, y tienes razón: todos están participando en las definiciones del Green New Deal y no hay una estructura común en torno a lo que esta agenda representa, ahí está una parte del problema. Hemos desarrollado un informe en el primer semestre de 2020 que se llama Guía Popular para la Economía Regenerativa y tiene 14 propuestas sobre cómo vemos la economía regenerativa desde una perspectiva indígena, de liberación negra, de soberanía alimentaria y agroecología, una perspectiva feminista. ¡Por eso luchamos! El Green New Deal es una demanda transitoria y ahora estamos poniendo la lucha con nuestros aliados en el movimiento climático, los sindicatos, el Sunrise Movement y algunos parlamentarios progresistas electos para hacer avanzar alguna propuesta. Pero sí, tenemos que tener cuidado con las Naciones Unidas y las negociaciones sobre el clima, las corporaciones están impulsando el Green New Deal porque son gran expertas en cooptar iniciativas y encontrar maneras de beneficiarse de ellas, de todo este lavado verde, o instalar soluciones falsas como parte del marco de un Nuevo Acuerdo Verde global.
Para nosotros está muy claro que la soberanía indígena y la defensa de la tierra, la defensa de los bosques y la incorporación de los derechos de la naturaleza deben estar incluidas. Hemos hablado con Amigos de la Tierra en América Latina, el MAB [Movimiento de Afectados por Represas de Brasil] y otros, para pensar realmente en cómo definimos lo que entendemos por democracia energética y nacionalización de la energía y cuáles son los problemas de algunos de estos modelos. Se trata de un debate sobre las soluciones audaces que debemos plantear, que respeten la soberanía indígena, pero también la soberanía nacional. Una parte importante es cómo seguimos poniendo en primer plano que la crisis climática sólo empeorará y por eso necesitamos soluciones muy radicales y audaces que provengan de las bases y de la gente que está siendo impactada. Como han dicho las feministas y nos hacemos eco de ello: necesitamos centralizar la vida y no el capital en la economía. El año 2020 nos ha demostrado que necesitamos algo transformador y liderado por personas que planteen soluciones revolucionarias.