Desde abril de 2023, Sudán vive una violenta guerra civil en una disputa por el poder y territorios entre las fuerzas armadas sudanesas y el grupo paramilitar conocido como Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, por sus siglas en inglés). Desde el comienzo de esta nueva fase del conflicto, más de 10 millones de personas han sido desplazadas y cerca del 70% de la población pasa hambre.
Las guerras civiles en Sudán no son recientes. Desde las luchas por la independencia, Sudán ha vivido una serie de conflictos internos, alimentados por disputas e injerencias externas. La primera guerra civil, entre 1955 y 1972, marcó las diferencias entre el sur y el norte del país, ya que los sureños exigían más autonomía regional. Otro conflicto estalló en 2003 y sigue hasta hoy en la región de Darfur, en el oeste de Sudán, una región que posee muchos recursos naturales, como el oro. La guerra actual estalló debido a desavenencias sobre el periodo de integración de las RSF en las Fuerzas Armadas del país, como parte de las reivindicaciones no resueltas de la Revolución Popular Sudanesa de 2018.
Este artículo recoge los análisis presentados durante las actividades «La guerra en Sudán: perspectivas desde la izquierda», organizada por la Asamblea Internacional de los Pueblos (AIP), PeoplesDispatch y la revista Madaar en julio de 2024, y «Trazando la ruta de los olvidados conflictos africanos», organizada por la Marcha Mundial de las Mujeres (MMM) en Sudáfrica en septiembre de este año.
Disputas por territorios y riquezas naturales
Para Niamat Kuku, integrante del Comité Central del Partido Comunista de Sudán y militante por los derechos humanos, el contexto anterior a la guerra actual y durante el periodo de transición se caracterizó por una intensa lucha de clases. “Los que se oponían a la revolución estaban en contra de todas las mujeres, los campesinos y todos los demás segmentos sociales, excepto los políticos islamistas”, describe. Esa oposición antipopular contaba con un fuerte apoyo de fuerzas externas: “Nos enfrentábamos a amenazas de fuerzas extranjeras, a la injerencia y la intervención en Sudán, incluso la de Egipto y los Emiratos Árabes Unidos, países que tienen un gran interés en nuestros recursos».
La injerencia internacional se intensificó mientras se producía la revolución sudanesa, ya que parte de la lucha se centraba en la soberanía nacional sobre los recursos del país. «Sudán tiene una posición geográfica que permite el tránsito hacia el Mediterráneo o el Océano Atlántico. Tenemos una gran reserva de agua dulce, tierra fértil para la agricultura, minerales, uranio, oro, plata, e incluso nuestra arena es de gran calidad. Tenemos una población diversa y un gran patrimonio humanitario y de civilizaciones. Son elementos que hacen que Sudán sea objeto de interés para muchas fuerzas regionales e internacionales», explica Randa Mohammed, integrante de la Unión de Mujeres Sudanesas [Sudanese Women’s Union].
Las organizaciones y fuerzas revolucionarias denuncian el golpe en curso desde finales de 2021. Las características de la guerra se hicieron más evidentes a medida que se introducían más y más armas desde el exterior. «No se trata solo de una guerra económica entre dos generales, ni de un conflicto entre un general nacional y potencias externas, sino de un conflicto encabezado por agendas externas que están manipulando el entorno social. Estamos rodeados de países y gobiernos que están totalmente en contra de un nuevo gobierno democrático en Sudán», concluye.
Ataques a instituciones de salud, consecuencias para el pueblo
La Dra. Ihisan Fagiri, que también forma parte de la Unión de Mujeres Sudanesas, afirma que la violenta guerra que vive el país en la actualidad afecta esencialmente al pueblo sudanés que luchó en la revolución de diciembre de 2018. Desde entonces, ambos bandos cometieron crímenes contra la humanidad, con numerosas consecuencias, especialmente para el ya frágil sistema de salud del país. “Nuestro sector de salud está muy debilitado como consecuencia de la intervención del Fondo Monetario Internacional, lo que provocó una escasez de recursos en los hospitales y el cierre y la privatización de todos los servicios de salud”, dice.
Tras el estallido de la guerra, el 15 de abril de 2023, se agravaron los impactos sobre las instituciones de salud, ya que la mayoría de los hospitales fue ocupada por las milicias o destruida por el ejército. Según un informe preliminar del Comité de Sindicatos de Médicos del país, mencionado por Ihisan durante la actividad de la Marcha Mundial de las Mujeres, durante las dos primeras semanas de la guerra, más del 70% de los hospitales de la capital, Jartum, se encontraban fuera de servicio o habían sido destruidos. “El primer hospital ocupado por la milicia fue la maternidad de Omdurman. Esto nos da una pista de su mentalidad hacia las mujeres y su salud, y de cómo las mujeres pagan el precio de esta guerra”, denuncia.
Otros factores contribuyen al deterioro de la salud en Sudán, como la escasez de agua potable, la falta de saneamiento adecuado e higiene básica. Además, la situación ha empeorado durante las catástrofes amplificadas por la crisis climática, como las lluvias e inundaciones, que causaron la destrucción de viviendas y dejaron a muchas personas desamparadas en las calles, aumentando la propagación de enfermedades como la diarrea, malaria, disentería y fiebre tifoidea. La población del país también sufre cortes de electricidad y el manejo inadecuado de los cadáveres de las víctimas del conflicto.
Omayma Elmardi, de la MMM de Sudán, habló sobre las consecuencias de la guerra para los distintos grupos étnicos, las mujeres y las niñas de Sudán. “La guerra ha provocado desplazamientos masivos, asesinatos entre los civiles refugiados, destrucción de instituciones públicas, mercados, hospitales y propiedades. Las mujeres y las niñas temen por su seguridad personal en las zonas de conflicto y están sometidas a todo tipo de violencia, falta de servicios de salud, comida, seguridad y protección”.
Desplazamiento forzado
Las mujeres y sus familias se vieron obligadas a abandonar sus hogares para huir de la violencia. Contaron con cierto apoyo de los comités de resistencia, que están formados por varias entidades y se encargan, por ejemplo, de la distribución de alimentos. “Pero la ayuda humanitaria es muy escasa e insuficiente. Las Naciones Unidas dicen que están ofreciendo ayuda humanitaria a cinco millones de personas, pero al menos 15 millones siguen necesitando ayuda humanitaria y ahora 25 millones, de los 47 millones que constituyen la población total de Sudán, están en riesgo de inanición y sufren desnutrición. En el campo de Zamzam dos niños mueren cada hora”, denuncia Randa Mohammed.
El desplazamiento interno de millones de personas debido a la violencia ha dado lugar a una oleada de refugiados, y las pocas instituciones de salud que aún funcionan en algunas regiones se ven desbordadas, sin recursos suficientes y sin capacidad para atender a la gran demanda demográfica.
Los campos de refugiados traspasan las fronteras del país, ya que los sudaneses buscan asilo en los países vecinos. En Egipto, que ya acoge a cientos de personas en el exilio, el gobierno está impidiendo que los abogados ayuden a los solicitantes de asilo. En Etiopía, el aumento de la migración sudanesa ha agudizado la crisis migratoria ya presente en el país, que también acoge a migrantes procedentes de otros conflictos en la región.
La vida de las mujeres que se enfrentan a guerras o dictaduras en otras partes del mundo fue tema de reflexión durante ambas actividades. Las compañeras sudanesas expresaron su solidaridad total con las mujeres que resisten a los conflictos y guerras que tienen lugar actualmente en Palestina y en la República Democrática del Congo. Como recordó Ihisan, “en general, durante cualquier conflicto, se apunta con las espadas a las mujeres, que pagan el precio de la guerra en forma de asesinatos, desplazamientos y violaciones. Frente a esto, el feminismo debe posicionarse con fuerza en la lucha contra las guerras, los genocidios y los conflictos armados impulsados por la codicia imperialista y que destruyen vidas y comunidades. Ihisan añade: «Necesitamos detener esta guerra y garantizar vías de paso y rutas seguras para el suministro de medicinas y alimentos. La Unión de Mujeres Sudanesas defiende la participación de las mujeres en todos los procesos de restablecimiento de la paz. Este es el paso más importante para poner fin a la guerra”.