El movimiento feminista de Georgia ha logrado avances significativos en los últimos 15 años, como la reducción de la violencia de género, cambios en las leyes discriminatorias y el aumento de la representación política. Sin embargo, las mujeres del país se enfrentan hoy a múltiples retos políticos, sociales y económicos.
El feminicidio –el asesinato de mujeres por razón de género– es uno de los problemas más graves de Georgia, y las estadísticas aumentan cada año. A pesar de la creación de algunos mecanismos legales en materia de violencia de género, las organizaciones de defensa de los derechos humanos exigen que se incluya el término «feminicidio» en la legislación. Con ello el Estado se vería obligado a reconocer que el feminicidio es un delito especialmente grave y también un fenómeno social provocado por la percepción de que las mujeres son propiedad del hombre, que puede controlar sus vidas.
En los últimos años, la principal razón del aumento del feminicidio en Georgia es que no se hace nada para evitarlo. Los cambios en la legislación se centran principalmente en el castigo y, por lo tanto, el Estado no tiene una política que presente un enfoque sistemático para abordar el problema. Un enfoque sistemático supone el reconocimiento y el análisis de las causas del feminicidio, una mirada integral al problema desde diferentes perspectivas y la participación de las instituciones estatales, la sociedad civil y los medios en el proceso de prevención.
Para seguir debatiendo los cambios necesarios en la legislación, el movimiento feminista de Georgia lleva años exigiendo cambios en la «ley de violación». El país ratificó en 2017 el Convenio de Estambul, que exige la revisión de la ley. Actualmente, la ley establece que la violación es «el acto sexual con violencia, amenaza de violencia y uso de poder sobre la víctima». Un acto sexual sin consentimiento debería considerarse violación, y la ley debería hacer hincapié en que la ausencia de consentimiento –y no solo la violencia o las amenazas– es un aspecto crucial de la violación. Todos los años se organiza una marcha de mujeres para exigir que se refuerce la ley para garantizar una mayor protección de sus derechos.
Falta de opciones electorales informadas (las votantes, sus necesidades y retos)
Pobreza, Índice de Desigualdad de Género (IDG), propiedad de bienes (empoderamiento económico). A pesar de que las mujeres son cada vez más fuertes, se enfrentan a retos en muchos sentidos en lo que respecta a sus derechos económicos. La propiedad de bienes sigue siendo un problema en las zonas rurales, y las mujeres se enfrentan a un acceso desigual a los bienes en caso de herencia. La ley garantiza la propiedad y la herencia, pero la realidad es totalmente distinta. En general, la propiedad está a nombre del hombre, incluso en caso de matrimonio. Es raro que la propiedad quede registrada tanto a nombre del hombre como de la mujer. Esto lleva a las mujeres a depender económicamente de los hombres.
La agricultura sigue siendo un sector prioritario para Georgia por su contribución al producto interior bruto (PIB) y al crecimiento económico. Más del 40% de la población del país vive en zonas rurales y el 75% de la población rural trabaja por cuenta propia, sobre todo en el sector agrícola. Alrededor del 59% de las mujeres que trabajan por cuenta propia en la pequeña agricultura familiar no reciben remuneración. Las mujeres participan más que los hombres en actividades de bajos ingresos, como la agricultura de subsistencia. Además, las mujeres que trabajan en todos los sectores agrícolas cobran menos que los hombres.
Las mujeres tienen un acceso limitado a recursos como la tierra. Los datos oficiales sobre tenencia de tierras agrícolas muestran que el 12,6% de los propietarios son mujeres y el 30,6% hombres. Los datos reportados pero no documentados indican que las cifras corresponden al 34,1% y al 47,7%, respectivamente. Debido a la falta de titulación de tierras, las mujeres tienen un acceso limitado a los créditos, ayudas y subsidios del gobierno. En comparación con los hombres, las mujeres también tienen menos acceso a la información, a tecnologías modernas y a recursos agrícolas. El acceso al crédito es un problema, aunque no existan barreras legales formales que les impidan obtenerlo. Sin embargo, los préstamos son menos accesibles para las mujeres porque muchas no tienen tierras o propiedades que ofrecer como garantía. Los programas especiales aplicados por los bancos, las instituciones microfinancieras (IMF) y las organizaciones internacionales rara vez están dirigidos a los hombres y mujeres más empobrecidos o a las pequeñas iniciativas. Además, rara vez tienen en cuenta las especificidades del sector agrícola.
El acceso a los productos de microfinanzas es limitado para las mujeres de minorías étnicas debido a barreras culturales y lingüísticas, al igual que para las personas desplazadas internamente (PDI) y las mujeres afectadas por conflictos, porque no tienen nada que ofrecer como garantía. La proporción de mujeres entre los nuevos propietarios de empresas se ha mantenido estable en los últimos años. Los principales retos a los que se enfrentan las mujeres a la hora de emprender están relacionados con la falta de acceso a recursos financieros y de otro tipo.
Otro grave problema son los estereotipos y las posturas patriarcales. En general, en Georgia el papel, las oportunidades y los derechos de la mujer están restringidos por los estereotipos de género y las conservadoras normas socioculturales. Estos problemas se dan más en las zonas rurales y las regiones más remotas, sobre todo entre las minorías étnicas. Sin embargo, también afectan a las mujeres de las zonas urbanas. Los roles de género conservadores están ampliamente aceptados en el país sin que nadie los cuestione. La reproducción de estereotipos en los medios y materiales educativos, así como el desconocimiento de la desigualdad de género entre la población en general, contribuyen aún más a la consolidación de esas ideas. Las normas de género también se reproducen a partir de suposiciones implícitas y sin cuestionamientos que pueden transmitir profesores y profesoras y otras personas que ejercen influencia en el pensamiento y el comportamiento de la población
Incluso en los contextos que no son de crisis, las mujeres son las principales responsables de los cuidados. En el contexto de la pandemia, el aumento de la demanda de trabajo de cuidados agudizó las desigualdades de género existentes en el reparto de las tareas domésticas. Las mujeres afirman que dedicaron más tiempo que los hombres a esas actividades durante la pandemia, y menos tiempo a las actividades de ocio. Del mismo modo, es más común que los hombres, más que las mujeres, señalen que en ese periodo las actividades de ocio aumentaron. Las tareas relacionadas con el cuidado de los niños fueron muy afectadas durante la pandemia, ya que se produjo un aumento del tiempo dedicado a enseñar, educar y formar a los niños, e incluso a jugar con ellos.
El movimiento feminista y la Marcha Mundial de las Mujeres
Hay movimientos de mujeres que actúan sobre todo en casos relacionados con la desigualdad y la violencia de género, pero pocos lo hacen en el ámbito de los derechos económicos. La Escuela de Organización Feminista de los Balcanes, celebrada en Capadocia el año pasado, nos animó a intercambiar información y experiencias a través de la red de la MMM. Parte de los proyectos de la organización se centran en apoyar a las mujeres para que cuenten con una atención cualificada. La coordinación nacional de la Marcha Mundial de las Mujeres en Georgia se creó el año pasado para hacerse eco de las voces de las mujeres georgianas entre las organizaciones internacionales y las instancias decisorias, intercambiar experiencias internacionales y apoyar las iniciativas locales de las mujeres, especialmente en las zonas rurales.
Estamos apoyando a las mujeres en múltiples programas, trabajando en temas de sensibilización de género con los municipios, y luchando activamente por los derechos de las mujeres, ya sea directamente con las mujeres, para capacitarlas por medio del conocimiento, ya sea ante el gobierno, ejerciendo presión para lograr más leyes y políticas públicas. Uno de los proyectos que llevamos a cabo desde la MMM se llama «Agroecología y Mujeres», en el que investigamos el rol de las mujeres en las zonas rurales y trabajamos en la restauración de especies tradicionales y la creación de pequeños bancos de semillas; otro proyecto en el que estamos trabajando está dedicado al manejo sostenible de la biodiversidad, al perfeccionamiento del ordenamiento jurídico y al fortalecimiento de las mujeres en ecosistemas vulnerables y comunidades rurales.
Formar parte de una red tan potente como la MMM es muy importante en este proceso, por el apoyo y la solidaridad que nos brindan compañeras de todo el mundo. Al intercambiar experiencias y saberes en torno a la resolución de problemas y nuestra agenda feminista, podemos aprender de las experiencias internacionales y ponerlas en práctica en nuestro país.
Las prácticas de trabajo en red y el apoyo son muy importantes porque las mujeres georgianas aún sufren discriminación en la vida económica y social. En cuanto a las relaciones laborales, las mujeres están concentradas en sectores que las vuelven vulnerables y conllevan condiciones laborales desiguales. Por eso, el apoyo a la economía feminista y al fortalecimiento de la mujer, junto con las experiencias internacionales y las diversas articulaciones, son fundamentales para denunciar la pobreza y crear las condiciones necesarias para la igualdad de género en Georgia.
Este artículo fue redactado colectivamente por Marika Kapanadze, Ana Muradashvili y Nino Rostomashvili, integrantes de la recién creada Coordinación Nacional de la Marcha Mundial de las Mujeres en Georgia.