El abolicionismo siempre ha sido una lucha feminista

26/05/2025 |

Vanessa Thompson

Lea el discurso de Vanessa Thompson sobre la lucha feminista internacional por el abolicionismo

La narrativa histórica que rodea al abolicionismo está profundamente conectada con la lucha contra la economía de plantación. Como sabemos por las feministas negras, marxistas, materialistas y radicales, el papel de las mujeres negras fue crucial para esta economía de plantación, de una forma que conversaciones más convencionales sobre el trabajo reproductivo no logran captar. La violencia sexualizada era un principio crucial de ese sistema, y ​​las mujeres negras actuaban como fuerza laboral en los campos, además de ser forzadas a reproducir nuevos esclavos.

La historia del movimiento es mucho más larga que la cuestión de la prisión, la policía o la frontera. Este fue uno de los primeros movimientos internacionales modernos, ya que el comercio de personas esclavizadas era un fenómeno global. Por eso vemos proyectos abolicionistas en Haití, en los quilombos de Brasil, en Jamaica -o en las revueltas de los esclavizados en Estados Unidos y Canadá-. Hay muchos ejemplos de cómo las personas han afrontado los conflictos sociales sin reproducir la violencia de la economía de plantación. Dado que la violencia carcelaria afecta cada vez a más sectores de la población pobre y racializada, históricamente siempre ha formado parte del feminismo negro y radical del llamado Tercer Mundo.

Esto significa que, para luchar contra este sistema en su conjunto, el abolicionismo es un proyecto de dos frentes. No se trata solo de destruir el sistema, sino también de reconstruir o construir la vida que queremos. Se trata de reinventar nuevas formas de relación.

Desde mediados del siglo XX, el Estado carcelario ha crecido sin control. Ésta se ha convertido en la forma como el Estado aborda los llamados problemas sociales. Así, en un período de empobrecimiento masivo, hemos visto la exclusión del Estado de bienestar y una enorme expansión del Estado carcelario. Lo vemos en los presupuestos y lo vemos en los números. En Estados Unidos, por ejemplo, entre 1990 y 2019, la población carcelaria femenina creció más del 650%. Es la población con mayor crecimiento. En el Reino Unido, la población carcelaria femenina ha crecido más del 50%. En Nigeria, la población carcelaria femenina ha aumentado un 70% en los últimos 20 años. Si bien sabemos que las mujeres y las personas no binarias no son el blanco principal de la violencia policial, cada vez son más objeto de este tipo de ataques.

Varios criminólogos liberales de izquierda ya reconocen, basándose en investigaciones, que el sistema penitenciario no funciona. Esto significa que no reduce el daño. En las últimas décadas hemos asistido a un aumento de los castigos y los problemas que estamos discutiendo no han disminuido. Así que eso en sí mismo, creo, es un argumento empírico de por qué necesitamos alternativas. Ligado a esto, está el componente político, que demuestra, a partir de la función de la policía y de las cárceles en una sociedad capitalista, que el objetivo principal es la criminalización de la población pobre y la securitización del orden de la propiedad -siempre articulado a la violencia racial y de género.

Considerando que éste ha sido el papel de estas instituciones durante siglos, sabemos que no es realmente posible lograr justicia a través de ellas. Al mismo tiempo, la pregunta difícil es: ¿cuáles son las soluciones alternativas?

Enfoques feministas

Frente a esta nueva expansión del sistema penitenciario, hay un aporte específico que trae el feminismo abolicionista. En primer lugar, la intervención de la resistencia crítica, que hace más de 20 años convocó a un encuentro con organizaciones de justicia social para desarrollar, en palabras del movimiento, “estrategias y análisis que enfrenten tanto la violencia estatal como la violencia interpersonal”. Mujeres racializadas y personas no binarias experimentan ambas. Por ejemplo, a veces, cuando se defienden de violencias domésticas y raciales, también terminan detenidas. La mayoría de estas mujeres negras, pobres y racializadas en los Estados Unidos está en prisión por problemas relacionados con la pobreza o porque lucharon contra abusadores sexuales. Para estas mujeres, el Estado no representa protección -de hecho, ataca a sus comunidades-. El plan era combatir la violencia estatal y al mismo tiempo enfrentar la violencia dentro de nuestras comunidades.

Critital Resistance

Ellas propusieron el desarrollo de algo diferente a las soluciones feministas liberales y burguesas, que parten de una noción individualizada de la violencia. Una de esas alternativas es el método de responsabilidad comunitaria, que trata el conflicto o la violencia interpersonal no solo como un fenómeno individual. Cuando algo sucede, la comunidad se activa. Esto incluye la responsabilidad colectiva basada en la educación, para involucrar a la comunidad en temas relacionados con la violencia doméstica y sexualizada. También implica la justicia restaurativa, una forma de justicia que se centra no en el castigo sino en las necesidades reales de la persona que ha sido dañada: desde la sanación hasta la infraestructura o el acceso a los recursos.

Otro método es la prevención y el apoyo. Se trata de realizar un trabajo preventivo, pero también de reconstruir las estructuras de apoyo, como la infraestructura, el cuidado infantil, el apoyo psicosocial y financiero. Existen también alternativas no carcelarias. Las personas que han cometido violencia -los agresores- también necesitan ser parte del proceso para que puedan cambiar su comportamiento. Y eso es un trabajo duro.

Pero muchas mujeres y personas no binarias que han sido severamente criminalizadas saben que es posible, porque sabemos que la violencia es a menudo un ciclo. Por eso, en la política abolicionista no solo hablamos de víctimas y agresores. Porque sabemos que muchos agresores también fueron víctimas: de violencia doméstica, estatal o estructural. Si queremos llegar a la raíz de la violencia, necesitamos desarrollar métodos para romper este ciclo.

Otro método relacionado con la responsabilización comunitaria es la justicia transformadora, que apunta a las estructuras que permiten que ocurra la violencia. Por ejemplo, la falta de atención a la salud y de vivienda, la pobreza y la criminalización. La justicia transformadora afirma: “necesitamos trabajar por la sanación y construir alternativas no carcelarias en nuestras comunidades. Pero, al mismo tiempo, debemos luchar por más vivienda, educación progresista, atención médica y menos violencia estatal en nuestras comunidades”.

Caminos para la transformación

En 2020 se habló mucho de abolir la policía y las cárceles, algo que creo que es necesario. Pero nuestros problemas no se resolverán simplemente aboliendo los instrumentos de este sistema. Porque él encontrará nuevos métodos de violencia. Por eso es que necesitamos pensar cómo incluso la abolición de la policía o de las prisiones debe ser parte de un proceso más amplio que transforme esta cuestión en una lucha interseccional y de clases.

Este trabajo ha sido realizado por muchos colectivos y redes abolicionistas. La política abolicionista crece a través de la acción colectiva. Esta es también una forma de esperanza. En términos de la lucha contra la economía de plantación, había personas que creían en el abolicionismo de las plantaciones y otras que no. Quizás algunas incluso han perdido la esperanza de que algún día eso termine. Pero la fuerza está en seguir en movimiento. Y creo que eso es lo que las abolicionistas -y específicamente las feministas abolicionistas- necesitan hacer.

Esta es una edición de la intervención de Vanessa Thompson durante el debate “Lucha feminista para enfrentar las violencias racistas y patriarcales del Estado”, realizado el 31 de marzo, en São Paulo, en la Organización Feminista Sempreviva (SOF), una organización brasileña que forma parte de la Marcha Mundial de las Mujeres.

Traducido del portugués por Aline Lopes Murillo
Idioma original: inglés

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