Tras décadas de organización, movilización y lucha, y más recientemente tras la pandemia de covid-19, se puede afirmar que los cuidados pasaron a formar parte de la agenda pública en múltiples partes del mundo. Las perspectivas y los horizontes movilizados en torno a esta agenda son diversos, e incluso antagónicos. Las experiencias del movimiento/pensamiento feminista nos ayudan a comprender las disputas en torno a los cuidados.
Este texto es una síntesis del seminario “Socializar el trabajo de cuidados: experiencias y luchas feministas”, realizado virtualmente el 4 de junio de 2024, con la participación de Amanda Verrone, del sindicato LAB de Euskal Herria, Cecilia Kitombe, de Ondjango Feminista de Angola, Dory Capera, de la Confederación Sindical de las Américas (CSA), Magdalena León, de la Red de Mujeres Transformando la Economía (Remte) de Ecuador, y Yessica Restrepo, de Confluencia de Mujeres de Colombia.
Puntos de partida
Desde la perspectiva por la que nos guiamos, los cuidados se entienden como trabajo, prácticas y relaciones que dan forma a la sostenibilidad de la vida. Una comprensión que no se limita al cuidado directo de una persona, sino que abarca todas las condiciones que hacen posible la vida, es decir, las personas, los alimentos, las semillas y los bienes comunes, así como las múltiples formas de relaciones económicas que van más allá de lo que se compra y se vende en el mercado. Situamos los cuidados en relaciones de interdependencia, reivindicando la autonomía y la autodeterminación como principios. También concebimos los cuidados como parte de la ecodependencia, más allá de la vida humana.
Como señalan las compañeras de la Red de Mujeres Transformando la Economía (Remte), los cuidados son una experiencia económica e integral para las mujeres. Se trata de un trabajo feminizado y racializado que se desarrolla en diferentes contextos, espacios y circunstancias y que está atravesado por contradicciones. Si bien puede movilizar y crear principios éticos para la vida en común (como la solidaridad y la reciprocidad), los cuidados como responsabilidad están inmersos en relaciones de opresión de género, raza y clase. Así que, desde el principio, se plantea el reto de recuperar esta experiencia como catalizadora de transformaciones estructurales en las formas de (re)producir la vida en común.
Lo que hoy se conoce como cuidados tiene sus raíces en lo que desde el feminismo socialista se desarrolló hace décadas en términos de reproducción y que la economía feminista plasmó en su apuesta por la sostenibilidad de la vida. Asimismo, esta perspectiva tiene que ver con la ampliación de la noción de conflicto capital-trabajo a la noción de conflicto capital-vida, al marcar que la lógica de la acumulación de capital es incompatible con la lógica del cuidado y el sostenimiento de la vida.
Los cuidados en la agenda desde la construcción de movimiento
Son muchas las estrategias y herramientas para situar los cuidados en el centro de la agenda política. En Angola, por ejemplo, Ondjango Feminista realizó una encuesta a las mujeres del país para introducir este tema en la sociedad. El grupo habló con las mujeres en plazas, mercadillos y escuelas sobre cómo emplean su tiempo. Con una tasa de fecundidad más alta que el promedio mundial (5,3 en Angola, 2,2 en el promedio mundial), las mujeres informaron que el cuidado de los hijos es una de las responsabilidades con mayor carga. Llegaron a la conclusión de que, a pesar de la ausencia de una política de cuidados, en la práctica existe un sistema de cuidados que se apoya en el trabajo no remunerado de las mujeres.
En América Latina, los cuidados ocuparon un lugar central en las respuestas que dieron las mujeres ante la ofensiva del neoliberalismo para privatizar los servicios públicos de educación y salud, por ejemplo. Tener presente la memoria y la actualidad de esas luchas es un punto de referencia para sospechar de las propuestas de organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI) en materia de cuidados. Las imposiciones del FMI sobre las políticas económicas de los países endeudados aumentan el coste de la vida y reducen la inversión del Estado en los servicios públicos, por lo que se produce una mayor carga de trabajo no remunerado para las mujeres. El FMI considera que la creciente responsabilidad de las mujeres en los cuidados constituye un obstáculo para su participación en el mercado laboral. Sin cambiar las condiciones en las que viven, fomenta falsas soluciones basadas en el sector privado y la precarización. Se trata de una perspectiva de inclusión de las mujeres en el sistema, sin transformar las estructuras de opresión. Por lo tanto, no atiende a la mayoría de las mujeres de la clase trabajadora.
Las luchas territorializadas por el derecho a los jardines o guarderías y a los espacios colectivos de alimentación sentaron las bases de los planteamientos en torno al derecho a los cuidados –que abarca los derechos de quienes reciben cuidados y de quienes los realizan. En esta perspectiva, se produce un movimiento simultáneo por el reconocimiento, la redistribución y la valorización social y económica del trabajo de cuidados, como señalan las integrantes de la Confederación Sindical de Trabajadores y Trabajadoras de las Américas. Así, consideramos que el trabajo no es solo el trabajo asalariado –lo que ha sido un eje fundamental en las luchas de las cuidadoras a domicilio.
La división sexual del trabajo, siempre vinculada a la división racial del trabajo, constituye la base material de la opresión de las mujeres. Además de separar lo que es trabajo de hombres y lo que es trabajo de mujeres, la producción y la reproducción, tal división también jerarquiza esas dos esferas. Ya sea no remunerado o mal pagado, los trabajos domésticos y de cuidados y las personas que los realizan -mujeres, negras, inmigrantes- son desvalorizados. Cuando está remunerado, se realiza en condiciones precarias y sin protección social.
Las integrantes del sindicato LAB compartieron el camino recorrido para convocar una huelga general por la socialización de los cuidados en Euskal Herria en noviembre de 2023. Liderada por el movimiento feminista, la construcción de la huelga implicó a diferentes sectores del sindicalismo, incluyendo a trabajadores de la industria y de las telecomunicaciones, y se basó en el proceso de recomposición de la clase trabajadora en este sindicato. De esta forma, los cuidados se incluyeron en la agenda de las luchas contra la privatización.
Las sindicalistas feministas posicionaron la lucha por mejores condiciones de vida y de trabajo de las trabajadoras domésticas y cuidadoras como una reivindicación clave con la reivindicación de tiempos para los cuidados para el conjunto de la clase trabajadora. Esos ejes se vinculan a la lucha por un sistema público y comunitario de cuidados y se constituyeron por medio de la autoorganización de las mujeres en una secretaria feminista, la consolidación de una mirada antirracista, la construcción de alianzas y de herramientas en que se combinan movilización y formación.
Al organizar una huelga general con esas reivindicaciones, se puso de manifiesto que no son todas las trabajadoras las que tienen derecho a la huelga, porque hay trabajos que simplemente no se pueden dejar de hacer, como el trabajo de cuidados. Ese proceso ha sido histórico para el movimiento sindical y, en la práctica, ha reformulado el concepto clásico de huelga, ya que contribuyó a la ampliación de la noción de trabajo.
Aún nos queda mucho camino por recorrer en cuanto a la realidad concreta del trabajo de cuidados. Muchas veces se entiende el trabajo de cuidados como un espejo del trabajo asalariado. Hemos logrado avances al hablar de redistribución, tiempo y derechos, pero aún se habla poco sobre la lógica particular de este tipo de trabajo. Y solo se puede debatir este tema teniendo en cuenta las experiencias de las mujeres, sus redes, relaciones, y también las tecnologías. Ello se asocia necesariamente al debate sobre las condiciones de trabajo y a las posibilidades de socialización, vinculando las dimensiones pública y comunitaria. Una pista que se compartió fue la de recuperar los principios, las relaciones y las dinámicas de cuidado que están en el corazón de la sostenibilidad de la vida -y, por tanto, de la economía- para transformarla.
Políticas públicas para reorganizar los cuidados y poner la vida en el centro
Hay varias experiencias en marcha, sobre todo en América Latina, para construir políticas nacionales de cuidados, como en Brasil. Algunas de ellas se concretan en sistemas nacionales de cuidados, con más posibilidades de contribuir en la transformación de las bases de la desigualdad cuando van acompañadas de políticas redistributivas de los gobiernos de esos países.
Las compañeras de la Confluencia de Mujeres de Colombia compartieron sus experiencias actuales. En ese país, el Estado ha respaldado la creación de un sistema de cuidados que combina políticas para las mujeres y experiencias de políticas territorializadas. El principal ejemplo son las Manzanas de Cuidado, espacios públicos para los cuidados que también promueven la autonomía de las mujeres. Crean posibilidades de colectivizar el trabajo y realizar tareas que se suelen hacer en casa, como lavar la ropa. Esto ayuda a las mujeres a tener tiempo para descansar, socializar y volverse más autónomas. En un territorio afectado por muchos años de conflicto armado, el paramilitarismo y el avance de las transnacionales mineras, las mujeres comparten esta apuesta porque entienden que, en lo rural y en lo urbano, el cuidado comunitario es un trabajo y una práctica de liderazgo de las mujeres, lo cual implica tiempo y necesidades organizativas.
De hecho, hay sistemas de cuidados ideales y sistemas de cuidados reales, en los que las mujeres están sobrecargadas y a la vez desempeñan un papel protagónico. Cuidar implica dedicar tiempo, organizar redes de cuidados y movilizar diversos recursos en torno al cuidado de la vida en común.
Frente a los límites para la supervivencia de la humanidad y del planeta, es necesario construir las condiciones para romper con la lógica de la acumulación, transformar la reproducción y cambiar también la producción (¿qué se produce, cómo, para qué y para quién?) desde la lógica del cuidado y la sostenibilidad de la vida. Ahí reside la potencia para transformar toda la economía a partir de la lógica y los tiempos del cuidado.
El webinario fue organizado por la Organización Feminista SOF Sempreviva, la Marcha Mundial de las Mujeres de Brasil y Capire, con el apoyo del Ministerio de las Mujeres del gobierno federal brasileño, mediante la subvención nº 954083/2023.