Desde los quince años, cuando tuvo su primera computadora, Nikole Yanes nunca ha perdido la fascinación con la tecnología, muy vinculada al software libre. Activista feminista hondureña, Niko forma parte de Código Sur, un colectivo latinoamericano que hace más de quince años plantea estrategias de socialización de la comunicación, la cultura y las tecnologías libres, para fortalecer los movimientos sociales y generar narrativas y tecnologías que permitan otros mundos posibles y más igualitarios. Nikole cedió una entrevista al equipo de Capire, en la cual habló respecto a alternativas libres, feministas y populares para las tecnologías digitales.
Todo lo que es virtual tiene una base material, y por eso Nikole nos presentó perspectivas para enfrentar el consumo energético y el extractivismo, bien como la vigilancia, que genera más persecución a movimientos sociales. Lea abajo o escucha la entrevista:
Hemos visto muchos debates sobre tecnologías y digitalización en la perspectiva de los diagnósticos del poder corporativo. O sea, sobre los efectos de las dinámicas de las grandes empresas de internet y redes sociales, el racismo en los algoritmos, el favorecimiento de contenidos de extrema derecha… Todo eso nos preocupa mucho, pero queremos empezar nuestra conversación bajo otra mirada, por eso te preguntamos: ¿hay alternativa?
Siempre estamos tratando de encontrar otro mundo, que tenga una cosmovisión o una práctica que respete y sea armónica con nuestro entorno. Creo que las mujeres siempre hemos estado en esa línea porque, aunque se ha visto que las mujeres han estado en el cuidado, la verdad es que no es algo malo. El tema es cuando hay un estereotipo sobre quiénes tienen que cuidar. Lo traigo acá a colación porque nosotras, cuando agarramos un instrumento, vemos que con él podemos cuidar, podemos respetar nuestro entorno — no solo con la tierra, la comunidad y la familia, también con las tecnologías. Creo que eso ha sido una alternativa que se ha puesto desde el feminismo también hacia las tecnologías, y es parte de cómo pensamos estas alternativas y desde qué lugares también las estamos construyendo.
¿Cómo nos organizamos colectivamente para hacer frente al monopolio capitalista que existe tanto en los alimentos como en las tecnologías? Sabemos que hay un capitalismo tecnológico muy fuerte y que puede hacer mucho daño a nuestras vidas y a nuestro entorno. Entonces, ante eso, se plantean muchas alternativas y Código Sur es una de ellas, pero hay muchas otras, y es bueno que sigan creciendo muchísimas más.
Planteamos la idea de generar infraestructura de internet de manera comunitaria, colaborativa, donde nos respetamos mutuamente y vemos las mejores maneras de implementarla. No son las únicas opciones alternativas de tecnología. También existen, por ejemplo, las redes comunitarias de internet, que son más localizadas en un ámbito geográfico, y también existen otras alternativas más, que tienen que ver con los tipos de comunicación digital de hoy en día (los algoritmos, los buscadores, la navegación, la telefonía celular, el hardware, el software…). Hay un montón de alternativas que se están planteando ante estas lógicas de privatizar el conocimiento y generar lucro excesivo con el uso de las herramientas. La alternativa es, obviamente, interseccional, porque es antipatriarcal, anticapitalista, antirracista y comunitaria.
¿Cómo podrías explicar qué es una infraestructura comunitaria?
Imaginémonos que estamos en nuestra comunidad, en nuestro barrio, y vamos a una asamblea. Decimos «bueno, y ¿qué necesitamos?». «Yo necesito correo electrónico», dice una por allá. La otra dice «en mi colectiva no tenemos una página web, necesitamos una». Y otra más dice «pues yo necesito para la radio, necesito un streaming para transmitir nuestro podcast feminista». Entonces, en vez de que cada una de ellas ponga una computadora (que es un servidor), o sea, que tengan que mantener esas diferentes computadoras, lo que es un trabajo muy grande, colectivamente ellas deciden «bueno, si todas queremos diferentes tipos de herramientas, ¿por qué no usamos un solo servidor y compartimos los recursos, compartimos el esfuerzo, los conocimientos, el tiempo?». Así, podemos incluso dedicarnos un poco más a hacer nuestro podcast, nuestras actividades. Cada quien dedica un poquito de tiempo y se comparten las responsabilidades y los recursos, entendiendo que hacemos también un trabajo de transformación con los contenidos que producimos, con las herramientas que utilizamos. Además, plantearse una infraestructura comunitaria es, para nosotras, hacerlo con software libre, o sea, instalar un servidor con software libre, y también es la seguridad, porque sabemos que hay que proteger nuestros datos e informaciones.
Contemplamos, desde una infraestructura comunitaria, otras maneras de relacionarnos con las tecnologías. Esta relación no ha sido fácil, porque ha sido una lucha contra toda la colonización que hay sobre la tecnología. Estamos entonces descolonizando, pero también estamos creando nuevas formas de existir con la tecnología. Siempre estamos en esa búsqueda constante de cómo podemos tener un mejor uso, cómo podemos también generar nuevas narrativas y cómo fortalecer nuestras luchas, que es lo más importante. Yo creo que en esos términos se traduce qué es la infraestructura comunitaria.
Una cuestión que nos preocupa es el consumo energético, el extractivismo que sostiene la digitalización en los términos del capital. ¿Cómo podemos pensar eso partiendo de las alternativas populares? ¿Cuáles son las decisiones técnicas y políticas que nos pueden ayudar a reflexionar críticamente sobre esta base material de lo digital?
Justamente hace poco estaba viendo la contaminación que produce la transmisión en internet, desde las grandes empresas. ¿Qué es lo que produce la contaminación? Las empresas están tratando de centralizar cada vez más información. Centralizar la información del planeta genera contaminación, porque requiere más equipo, más energía, más máquinas conectadas, múltiples máquinas en diferentes locaciones para tener accesible la información. Entonces una de las formas de no generar tanta contaminación, viéndolo desde lo comunitario, es la descentralización de la información. Nuestros datos se traducen en dinero. Pero también se necesita tener esos datos almacenados, bien como más equipos para poder analizarlos.
En este tema de infraestructura, una puede decir que tiene un espejo que no es físico, sino que es una otra computadora que es similar a la suya, un «clon» que existe en el caso de que se vaya la electricidad, por ejemplo. En este caso, esta máquina se prende y empieza a funcionar y «nada pasó». ¿Pero qué significa tener esos clones funcionando al mismo tiempo? Significa más contaminación, consumo de recursos.
¿Y de dónde salen esos recursos energéticos? Muchas empresas dicen «no consumimos tanto petróleo» porque están consumiendo más energía renovables, y a eso yo digo: ¡ojo! Muchos proyectos hidroeléctricos están pasando por encima de las comunidades, del bienestar de las poblaciones. Obviamente, el gran capital está tratando de tener una buena imagen, diciendo «no se preocupen que hayan tantas máquinas conectadas, esta energía viene de una hidroeléctrica», pero no dicen que la hidroeléctrica criminalizó la comunidad y mató mucha gente.
Hay muchas diferencias en las alternativas comunitarias ante este modelo. Creo que cada comunidad podría gestionar su propia infraestructura. Eso significa que, si en nuestra comunidad hay sol, podríamos gestionarla a través de energía solar. Si en nuestra comunidad hay agua u otros tipos de recursos, se podría gestionarla más comunitariamente y así no consumiremos tanto.
Aún sobre la contaminación, es necesario reflexionar sobre hasta dónde viajan nuestros datos. Si yo estoy, por ejemplo, en Brasil y tengo una servidora conectada en Brasil, uso menos energía y menos recursos conectándome directo en Brasil que si tengo que conectarme en Europa o Asia. Para Latinoamérica es muy difícil, porque se nos han limitado el ancho de banda. Nos están limitando a tener nuestros propios recursos para consumir desde otros lugares y nos están quitando los recursos. Me encantó una investigación de Kalindi Vora y Neda Atanasoski que vió todos los cables interoceánicos que llevan internet a toda América Latina y concluyó que ellos siguen también la ruta de la colonización. Ese producto de la colonización sigue generando para nosotras un gran impacto del saqueo de recursos para mantener la infraestructura de internet. Y significa también que nosotras no podemos tener nuestras propias tecnologías, por la desigualdad que existe en la internet. No es lo mismo la internet que tenemos nosotras en América Latina y la velocidad que tienen Europa u otros países del norte.
Hay mucho que hacer en esos términos. Dentro de las comunidades y las colectivas, nos hemos planteado eso: tener nuestros propios equipos en nuestros lugares, accediendo la información más rápido y con equilibrio energético. Eso tiene una implicación en cuanto a nuestro uso y organización.
Para disminuir la contaminación, la verdad es que esas empresas no deberían existir. El capitalismo no debería existir, ojalá que siga cayendo cada vez más, pero lo que vemos de la tecnología es que sus empresas generan cada vez más capital. Es importante dejar de usar ciertos servicios que manipulan y monopolizan la información. Igual lo vemos en la comida, o sea, si no consumimos transgénicos, vamos a consumir de la señora que cultiva lechugas o buscar más alternativas cerca de nosotras. ¿Implica algunos cambios en la vida? Sí. ¿Hay alternativas? Sí, las hay. Ese planeta necesita un respiro y ese respiro está también en las alternativas de las tecnologías.
Tú nos aporta esa visión sistémica y es una gran contribución para pensar los desafíos que tenemos en el enfrentamiento al poder de las grandes empresas. En nuestro continente (y no sólo en él), desde los movimientos sociales tenemos una gran preocupación con la criminalización de luchadoras y luchadores, lo que tiene que ver con las disputas en los territorios pero que gana un nivel más de peligro con las tecnologías de vigilancia. ¿Cómo podemos pensar en protección y cuidados digitales en nuestros movimientos, particularmente los feministas, en las Américas?
Los cuidados digitales siempre han sido el respeto a los derechos humanos y a la igualdad. Eso significa para nosotras que, cuando desarrollamos tecnologías, tenemos todos los enfoques interseccionados: los equipos que compramos, la utilidad que van a tener, cómo somos conscientes de las herramientas que utilizamos y para qué sirven. Hay muchas preguntas que son importantes de hacer, aunque a veces nos tome un poco más de tiempo y trabajo para investigar. Es importante tomarnos la tarea de hacerlo. Dos ejemplos son revisar las políticas de privacidad de las herramientas que utilizamos y descentralizar nuestra información. Es importante mantener este equilibrio de decir «bueno, utilizamos estas herramientas porque queremos difundir información, pero no son nuestras aliadas«.
También tenemos que saber por qué la tecnología es patriarcal, por qué coloniza nuestras vidas y cuál daño nos hace. Nosotras hablamos mucho de un uso de las herramientas adecuado y también estratégico, que no nos desgaste, porque es importante mantener un equilibrio entre la calle, la web, la casa. Mantener un equilibrio con el uso que hacemos de las tecnologías es una buena forma también de cuidarnos. Saber de que no es un espacio que nos va a recibir con los brazos abiertos.
Internet es un espacio muy violento y yo quisiera decir lo contrario, pero al final lo es. Para las mujeres, también la calle es un espacio violento, ¿verdad? Y cuando vamos a manifestarnos en la calle, muchas veces tenemos que llevar un protocolo de qué vamos a hacer, qué pasa si vamos a la manifestación y hay represión… Es lo mismo. ¿Cómo vamos a hacer si queremos hablar, por ejemplo, de legalizar el aborto en internet? ¿Cómo nos vamos a proteger ante un ataque virtual? Sabemos que no están de acuerdo con lo que estamos diciendo pero nos pueden escuchar.
Creo que eso es lo más importante: conocer estratégicas, cuidar nuestra información, desde las contraseñas que deben ser muy fuertes hasta elegir herramientas para diferentes formas de hacer activismo, buscando armonía entre nuestra labor y nuestra seguridad. Vamos a tener obstáculos en el camino, entonces siempre es mejor irnos preparando para, si pasa algún obstáculo, enfrentarlo de manera organizada y colectiva. No estamos solas, hay un montón de mujeres planteándose formas de hackear el patriarcado en internet y otras alternativas para que ese espacio virtual sea más seguro para todas. Hay que existir una conjunción de nuestras prácticas individuales, nuestras prácticas colectivas y nuestras prácticas organizativas en cuanto a las tecnologías.
Muchas veces encontramos dificultad para empezar a hablar de tecnología en los espacios colectivos porque es algo comprendido como tema solo de expertos, y los discursos hegemónicos son siempre excluyentes. Lo que hablas sobre protocolos y organización colectiva expone las estrategias que ustedes ya desarrollan para construir autonomía y soberanía tecnológica, feminista, desde abajo, pero también nos hace pensar sobre los desafíos que aún tenemos. ¿Cuáles son los desafíos para incorporar la tecnología como parte del debate y agenda política de los movimientos populares?
No veo el desafío como problema, sino como motivación. La verdad es que necesitamos más mujeres en las tecnologías. No importa si están haciendo otras cosas o tienen otra profesión. El tema de las tecnologías ahora se ha vuelto transversal en las cosas que hacemos y es importante que cada vez existan más mujeres metidas en ese tema. A mí me encanta porque es parte de la exploración, de jugar, de entretenerse, de encontrar otras narrativas. Justamente estaba hablando con unas compañeras que están creando un proyecto sobre ginecología y les decía «¿qué tal si conectamos un microcontrolador, que las compañeras vayan tocando y él vaya diciendo cada parte de nuestra vagina, de nuestro útero?». Es un ejemplo de cómo podemos interactuar, usar las tecnologías para explicar esos temas que para nosotras son sumamente importantes. Las tecnologías no son solo algoritmos y cables de red.
Tenemos muchas herramientas tecnológicas pero el uso que se le da a veces es muy limitado. Como si Internet fuera solo Facebook, YouTube, todas esas grandes empresas que tienen dominado nuestro día a día. Para mí, el gran desafío es:¿qué hacemos con esa herramienta? ¿Y cuáles limitaciones encontramos en el momento de hacer cada cosa? Para nosotras, por ejemplo, desde la infraestructura comunitaria, el desafío va en el marco del ancho de banda en América Latina, que limita la transferencia de información, genera la brecha digital. Ni siquiera hemos hablado del acceso a internet, que es un tema muy difícil hoy en día. Muchísima gente está desconectada, lo que a la vez es bueno y a la vez, no. Para nosotras, esos son los grandes desafíos de hacer este espacio más seguro, respetando nuestro derecho a la privacidad, a la libertad de expresión, el derecho sobre nuestros propios cuerpos y nuestra autonomía, incluso, de crear nuestras propias tecnologías.
Hay, sí, muchos desafíos en cuanto a la producción, incluso de hardware. Los hardwares de hoy en día se producen en China, y hay muchas limitaciones en base a esto. También los costos están muy dominados. La obsolescencia programada nos impone el desafío de hacer que los equipos sean más duraderos y respeten el planeta, los recursos, los pueblos. Creo que los desafíos van en ese sentido. Las mujeres tenemos mucho trabajo por delante con las tecnologías. Necesitamos que cada vez más participen mujeres que quieren experimentar, jugar, accionar para hackear el patriarcado.
¿Qué indicarías para quienes quieren comprender más sobre este tema? ¿Qué pueden buscar de contenidos y posibilidades?
Uno de los referentes más bonitos que hay sobre las tecnologías y el feminismo tiene que ver con el internet feminista, como se plantea también toda esta perspectiva desde las mujeres y de como vemos la tecnología. Esta parte de APC sobre tecnologia feminista todavía sigue generando mucho eco.
Otra cosa que les podría decir es que busquen colectivas de infraestructura feminista alternativa. Estamos en esta videollamada usando Vedetas, que está en Brasil, por ejemplo. También hay una red de infraestructura alternativa que se llama InfraRed. Más que todo, diría que internet necesita nuestras voces, como mujeres. Por eso, Capire me encanta, porque es una forma de que vayamos llenando internet no solo del contenido de empresas monopólicas. Necesitamos una internet con contenidos para nosotras, con estas alternativas de mundo que ya estamos haciendo y que queremos que lleguen a más lugares, para exponer que hay otras formas posibles de relacionarse, convivir, coexistir y generar esperanzas de otros mundos posibles. No necesitamos ir a Marte para poder generar otro planeta y otros sentires de la vida colectiva.
Las tecnologías han sido menos excluyentes y menos patriarcales desde que las mujeres empezaron a relacionarse con ella. Para mí, desde las referentes de las tecnologías que han estado desde sus principios, siempre ha habido una buena intención a partir del aporte de la tecnología, y siempre ha estado una visión más completa de hacia dónde va la tecnología y por qué. Necesitamos que las mujeres sigamos creando esta alternativa y que nuestras alternativas siempre busquen el equilibrio y los principios feministas. A pesar de las dificultades con la pandemia, sabemos que hay muchas cosas que necesitamos acompañar, abrazar, fortalecer y tener también unidad en estos momentos que, sabemos, son complejos, pero con mucho cuidado y lucha lo vamos a pasar.