El 28 de junio se celebra el Día Internacional del Orgullo LGBT+. Como feministas militantes de la Marcha Mundial de las Mujeres, defendemos la celebración de la fecha, recordando que las opresiones que enfrentan las mujeres no son una “suma” porque son inseparables. Así, queremos defender que nuestro orgullo parte de una visión y una acción que se proponen ser profundamente críticas, transformadoras, radicales.
Decir que nuestro orgullo no cabe en el mercado es anunciar que no se puede separar ser lesbianas, feministas, anticapitalistas, antirracistas. Este posicionamiento muchas veces significa rechazar lo que se ha difundido como orgullo LGBT, especialmente en el mes de junio.
Queremos defender el orgullo no como un producto, sino como una celebración de formas de vida, sexualidad y relaciones de ruptura con el heteropatriarcado. Celebramos -y reclamamos el derecho a hacerlo- pero nuestra celebración se opone, por definición, al color de las banderas izadas por las grandes empresas, como Pepsico, y al espectáculo de luces multicolores que no borra la precariedad del trabajo y de la vida promovida por corporaciones con el consentimiento de los Estados.
Es necesario visibilizar este papel central que juegan las corporaciones en la precariedad -en el trabajo y en la vida- que enfrenta internacionalmente la sociedad en general, y en especial las personas que se encuentran al margen del sistema capitalista, heteropatriarcal y racista.
Nuestro orgullo es solidario con las víctimas de Rana Plaza, nuestro orgullo es por la soberanía alimentaria. No queremos inclusión en este sistema. Queremos una nueva sociedad, otra vida.
Así, rechazamos los intentos de apropiación corporativa de temas que nos son importantes. Celebramos nuestras sexualidades desde la visión política de la Marcha Mundial de las Mujeres, defendiendo las alternativas y proyectos políticos de los pueblos, con soberanía y autonomía. Nuestros colores son los de quienes construyen la lucha popular en todo el mundo.
Celebramos nuestro orgullo rechazando las trampas del capitalismo y de Estados como Estados Unidos e Israel que venden “libertad” mientras masacran a los pueblos de Palestina y Siria, entre otros: nuestro orgullo cuestiona tanto el colonialismo como el fundamentalismo religioso.
Celebramos nuestra sexualidad, entendiéndola como una agenda política, a contrapelo de lecturas que ignoran la base material y violenta de la realidad de las personas homosexuales, especialmente las mujeres, alrededor del mundo; violencia física, pero también simbólica, reflejada en la falta de derechos, en la invisibilidad, en los estereotipos.
En esta semana de orgulloso, también cuestionamos la mercantilización y medicalización de nuestros dolores. Más que una cuestión personal, de elecciones individuales, es necesario cuestionar las lógicas perversas del capitalismo que crean estándares irreales -ya que todos son insostenibles- para que estemos en una sensación de incomodidad en relación con nuestros cuerpos y sexualidades, para luego vender soluciones individuales para curar nuestros dolores.
Queremos una transformación radical de la sociedad, que rompa con la división sexual del trabajo basada en el modelo de familia tradicional. Que rompa con el binarismo de género, no superficialmente, sino cuestionando los modelos que organizan este sistema basado en la explotación y en los estereotipos.
Celebramos y visibilizamos nuestras formas de vivir nuestras sexualidades. Celebramos nuestras vidas porque reflejan una agenda política de construcción de alianzas y alternativas basadas en el afecto entre mujeres, individual y colectivamente.
Somos parte de la lucha LGBT llevando las experiencias de los movimientos populares. La lucha LGBT sólo avanza cuando se propone ser antipatriarcal, anticapitalista, anticolonial y antirracista.
Luiza Mançano y Fabiana Benedito son militantes de la Marcha Mundial de las Mujeres en Brasil. Este artículo fue publicado originalmente en el Blog de MMM Brasil en 2021.