Morgan Ody: «El camino hacia el futuro es una sociedad con soberanía alimentaria».

09/09/2022 |

Por Capire

La Coordinadora General de La Vía Campesina habla sobre las luchas contra la OMC y el camino hacia la soberanía alimentaria

Para La Vía Campesina, el 10 de septiembre es una jornada de lucha contra el libre comercio. La importación de alimentos y la introducción de la agricultura en los tratados de libre comercio tienen un impacto directo en la vida de las y los campesinos, destruyendo las bases que sustentan la producción y los medios de vida campesinos, a la vez que benefician a las grandes empresas transnacionales del sector.

En el marco de esta jornada, dialogamos con Morgan Ody, integrante de la Coordinación Europea de La Vía Campesina que, en 2021, asumió la coordinación general de La Vía Campesina (LVC), cuando la sede del Secretariado Operativo Internacional de la organización se trasladó a Francia. Durante la entrevista, Morgan habló de los logros alcanzados por La Vía Campesina en sus 30 años de existencia, de la lucha contra la Organización Mundial del Comercio y del daño causado por la OMC a la soberanía de los países, además de las estrategias para construir la soberanía alimentaria en todo el mundo.

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Morgan, ¿podrías contarnos cómo llegaste a la LVC y la labor que vienen desarrollando hasta hoy?

Soy agricultora y cultivo verduras. Llevo más de diez años participando en la Confederación Campesina [Confédération Paysanne – CP] en Francia, principalmente en la lucha por el acceso a la tierra. Mi padre también era un pequeño agricultor e integrante de CP, así que vengo participando en ello desde la infancia. Desde hace más de dos años formo parte de la Coordinadora Europea de La Vía Campesina [ECVC], y desde hace un año formo parte de la Coordinación General de LVC. Es una responsabilidad inmensa, pero no es una responsabilidad que llevo sola. Alguien tiene que ocupar este puesto, pero la responsabilidad política de LVC corresponde al Comité de Coordinación Internacional. Somos 22 personas de todas partes del mundo, y así tomamos las decisiones. La Coordinación General también es colectiva y si ahora nos toca esta responsabilidad como región europea, hay muchos intercambios, tanto con líderes de otras regiones como con la gente de las organizaciones.

Lo más importante es hacerlo lo mejor posible, y estoy convencida de que el único camino hacia el futuro es construir una sociedad con soberanía alimentaria, con una distribución justa de la tierra. Una profunda transformación en la forma de producir y compartir lo que producimos, para que la gente pueda tener una vida digna. Frente a tantos desafíos, como la biodiversidad, la alimentación, la crisis climática, las guerras y los conflictos, creo firmemente que nuestra lucha es una pequeña luz.

Este año se celebra el 30º aniversario de LVC, una organización centrada en la defensa de los derechos y los medios de vida de las y los campesinos de todo el mundo. ¿Qué significa esta conquista y qué aportes a la transformación social ha realizado LVC desde sus inicios?

Con la creación de LVC, los movimientos campesinos pudieron reunirse por primera vez a nivel internacional. Así que su mera existencia ya fue un logro inmenso. Las campesinas y los campesinos llevan 12.000 años trabajando, pero construir un movimiento como éste requiere mucho trabajo, porque en general somos gente muy humilde. En muchos países ni siquiera somos reconocidos como campesinos.

Para nosotras y nosotros, ser campesina o campesino no es un trabajo, sino una forma de vivir y de garantizar un medio de vida para nosotras y nosotros y nuestras comunidades.

Históricamente, los movimientos sociales modernos se construyeron con los obreros industriales. En el siglo XIX el internacionalismo se construyó con el proletariado, pero no con el campesinado. De la clase burguesa a la izquierda, la esperanza de un buen futuro recaía en la clase obrera, pero el campesinado estaba ampliamente excluido. Actualmente, y desde unos 40 años, estamos viviendo una crisis de esa idea de modernidad, sobre todo debido a la crisis ambiental. La idea de que la industrialización siempre puede producir y consumir más y liberarnos del trabajo ya no funciona. Hemos roto nuestra relación con la naturaleza, es ahí donde entra LVC.

Reúne a personas de comunidades indígenas y a organizaciones de pequeñas y pequeños agricultores. Reúne a una izquierda muy tradicional y a los movimientos indígenas, rurales y de mujeres, y trata de construir algo nuevo con justicia social. Es algo revolucionario en sí mismo, pero también porque aporta una comprensión de cómo debe ser nuestra relación con la naturaleza. No es lo mismo que la ideología de la modernidad que se construyó a principios del siglo XX.

Por supuesto, no es que una vez alguien pensó en la ideología de LVC y ya está. El modo como lo hacemos –una forma campesina y feminista– lo definimos en la acción. Podemos adaptarnos y estamos cambiando poco a poco. Intentamos asimilar lo que sucede a nuestro alrededor, no es algo rígido. Es muy abierto, no sólo desde lo intelectual, sino también desde lo emocional, con nuestros sentimientos.

Y a nivel interno, ¿cómo está organizando LVC las luchas por el campesinado? ¿Cómo se abordan las diferencias entre el Norte y el Sur y la explotación dentro de Europa?

Son 31 las organizaciones que componen la ECVC. Se trata de una región extremadamente diversa desde el punto de vista lingüístico –creo que en estas organizaciones se hablan más de 15 idiomas–, por lo que es necesario un gran esfuerzo de traducción e interpretación. Pero también hay una diversidad de situaciones. Puede que, mirando desde fuera, Europa sea sólo Europa Occidental, pero es más que eso. También hay países bastante pobres, especialmente en el este y el sur de la región.

La otra especificidad es la Unión Europea. Entre nuestras organizaciones, sólo la mitad incluye países que son miembros de la UE. Entre nuestros miembros, tenemos organizaciones de Turquía, de Georgia, de Suiza, del Reino Unido, que no pertenecen a la UE. Aun así, la UE juega un papel muy importante en la formulación de las políticas agrícolas en Europa, lo que significa que estas políticas no se deciden a nivel nacional, sino a nivel europeo. Así que necesitamos una articulación muy fuerte a nivel europeo para hacer un seguimiento e intentar que la voz de las y los campesinos y pequeñas y pequeños agricultores sea escuchada en los espacios donde se toman las decisiones.

En cuanto a la relación con el Sur, es una cuestión compleja, en el sentido de que LVC se construyó sobre algo que no estaba basado en las relaciones Norte-Sur. Se construyó sobre el hecho de que, dondequiera que se encuentren, las personas campesinas se enfrentan a los mismos problemas: el poder de las corporaciones, el despojo de tierras, el hecho de que los precios pagados a las y los campesinos no cubren los costes de la producción agrícola, la falta de ingresos decentes para las y los pequeños agricultores y trabajadores agrícolas, todo ello muy vinculado a la globalización… Por lo tanto, desde la primera reunión de LVC en 1992 en Managua, está muy claro que los intereses de las personas campesinas de América Latina, Asia, África y el Norte son los mismos. La agroindustria intenta dividirnos. Busca exportar y apropiarse de los recursos del Sur. Pero eso no es lo que somos y no nos solidarizamos con ello.

Es importante decir que las organizaciones campesinas de Europa no están en LVC en solidaridad con el Sur. Están en este movimiento porque comparten los mismos intereses y para defender conjuntamente los intereses de las personas campesinas, pequeñas agricultoras y trabajadoras agrícolas. Se trata de estar junto a personas que se enfrentan a los mismos problemas. Ahora bien, hay que reconocer que la economía y la política mundiales están organizadas en base a la dominación, el imperialismo y el neocolonialismo.

Por ello, los trabajadoras/es y pequeñas/os agricultoras/es del Norte suelen estar en mejores condiciones que los del Sur, por cuestiones relacionadas con la moneda, por ejemplo. Una hora de trabajo en el Norte puede pagar diez horas de trabajo en el Sur. Tenemos en cuenta esta realidad.

El 10 de septiembre es el día de lucha de LVC contra los tratados de libre comercio. LVC denuncia el rol de la OMC y su actual estrategia de firmar nuevos tratados en beneficio de los intereses corporativos, mientras el mundo entero atraviesa una crisis económica con un incremento del hambre en los países del Sur global. ¿Cuál es la responsabilidad del poder corporativo en el aumento del hambre? ¿Y cuál es la estrategia de La Vía Campesina para hacer frente al libre comercio en los territorios?

Las corporaciones utilizan la OMC y sus aliados, que suelen ser los países europeos, así como Estados Unidos, Canadá y Australia, pero también grandes exportadores como Brasil, para intentar aumentar su poder en el sistema alimentario. Por ejemplo, en general, el 85% de los cereales se consumen en el mismo país donde se producen. Sólo el 15% se comercializa a nivel internacional. Esos comercios globales están controlados casi en su totalidad por las grandes empresas, pero no controlan lo que se mantiene a nivel nacional. Las comunidades, la gente, tienen un control mucho mayor de lo que se produce y se comercializa localmente. La estrategia de las corporaciones es aumentar el porcentaje de alimentos comercializados internacionalmente. Para ello, obligan a los países a tener lo que llaman «acceso al mercado» para sus productos. Ello significa que los países miembros tienen que importar parte de los productos básicos.

Por ejemplo, los japoneses tienen condiciones muy específicas con respecto al arroz. Quieren consumir su propio arroz, que no es el mismo que el que se produce en otros países. No consumen arroz del extranjero, pero aun así tienen que importar el 10% de su arroz. No tiene sentido, pero es obligatorio. Este hecho perjudica la economía de la pequeña agricultura, ya que tiene que competir con las grandes empresas que importan alimentos mucho más baratos de lo que se puede producir a pequeña escala.

Lo que planteamos en LVC fue el concepto de soberanía alimentaria, lo que significa que, en cada país, la gente debe tener la capacidad de decidir sus políticas agrícolas, y si quiere o no importar productos.

Nuestra comprensión es que la comida es política, por lo que queremos ser capaces de debatir esos temas y decidir sobre ellos. Esto no significa que estamos totalmente en contra del comercio internacional. Nos gusta comer cosas que vienen de fuera, pero hay que organizarlo de forma que no perjudique a los países y a la producción a pequeña escala. Así que lo que queremos es la OMC fuera de la agricultura y la producción de alimentos, y queremos otro marco basado en la soberanía alimentaria.

LVC exige el desmantelamiento de la OMC. ¿Qué quiere poner en su lugar? ¿Cómo reorganizar la economía para poner en el centro la vida y la soberanía alimentaria?

En primer lugar, queremos desmantelar la OMC para tener políticas nacionales fuertes que protejan y apoyen la pequeña agricultura y la producción campesina. En muchos países, el gobierno desmanteló completamente sus políticas agrícolas. Necesitamos políticas nacionales sólidas para controlar el mercado y garantizar que los precios pagados a las y los campesinos por sus productos agrícolas cubran el coste de producción, para asegurar un ingreso decente. En la India, por ejemplo, existe un modelo muy interesante de regulación del mercado, con existencias públicas en cada municipio, y un sistema de precios con una ayuda mínima y distribución de alimentos a las personas marginalizadas. Necesitamos este tipo de política en todos los países.

No es lo que pasa hoy. Cobramos mucho menos, y el precio de los alimentos para las personas que van a consumirlos depende completamente de la especulación. El precio ya no guarda ninguna relación con el coste de producción. En el sistema liberal, hay, por un lado, la tensión respecto a lo que llega al mercado y, por otro lado, ninguna regulación, lo que es un terreno fértil para la especulación. Queremos que los precios se vinculen al coste de producción. Queremos políticas que ayuden a los más pobres de la sociedad y les permitan tener acceso a los buenos y sanos alimentos que producimos. La mayoría de esas políticas están prohibidas por la OMC. Cuando hay subsidios agrícolas, sólo se destinan a los grandes productores.

Por otro lado, también son necesarias normas para organizar el comercio internacional y los intercambios en materia de alimentación y agricultura. Para ello necesitamos una institución global, pero no puede ser la OMC, porque está constituida para los países ricos y las grandes empresas. Tenemos que pensar dónde puede estar este nuevo marco. Podría ser en la FAO [Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación] o en la UNCTAD [Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo]. Y hay que buscar una normativa que pueda funcionar para todos. La mayoría de los países quieren y necesitan algo de comercio internacional. Por ejemplo, Cuba sufre un bloqueo que excluye a este país del comercio internacional. Dicha exclusión dificulta mucho la compra de maquinaria y suministros médicos, sólo para empezar. Y los países necesitan eso. Tenemos mucho trabajo que hacer para construir un sistema de comercio realmente justo y basado en la soberanía alimentaria.

Ante la situación de inmensa crisis que vivimos hoy, el comercio internacional es muy tumultuoso y muchos países y gobiernos lo ven y necesitan asegurar condiciones estables para la producción de alimentos, sólo para estabilizar la situación. Tenemos que trabajar con los gobiernos de Cuba, espero que con el nuevo gobierno de Brasil, con Indonesia, con algunos países de la UE que no son exportadores agrícolas. Tenemos que estudiar cuáles son los países con los que podemos crear una alianza para este nuevo marco y trabajar conjuntamente con los movimientos sociales.

Entrevista realizada por Bianca Pessoa
Traducido del portugués por Luiza Mançano
Idioma original: inglés

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