El modelo neoliberal ha desarticulado y debilitado la posibilidad de los pueblos a poder sobrepasar lo que ha sido esta convergencia de crisis. Es importante entender y seguir afirmando que el neoliberalismo creó las condiciones para el colapso económico, político, social en que nos encontramos. Y que la pandemia, la crisis sanitaria que nos arropa a nivel global ha sido un acelerador de esos procesos.
La globalización y aplicación del modelo neoliberal han robado de Estados la posibilidad de responder adecuadamente a la crisis. Es un modelo económico y político que promueve la privatización, la austeridad, y reduce la inversión social, que debilita a los sindicatos y a las organizaciones sociales y crea las condiciones que desarman a los pueblos para poder superar cualquier crisis.
La agudización de la pobreza, violencias por motivos de género, el aumento y la sobrecarga de las tareas de cuidado con condiciones que se han creado bajo la lógica capitalista y la crisis sanitaria han intensificado esa realidad para las mujeres pobres y trabajadoras del mundo.
Las poblaciones de mujeres negras, indígenas e inmigrantes están aún más vulnerables y puestas en mayor desventaja dentro de cualquier momento de crisis, por la historia esclavista y colonial que nos precede. Como nos recordó Karin, los sistemas de explotación y extracción han servido históricamente para nutrir la brutalidad del capitalismo y convertir a los seres humanos y la madre tierra en objetos de producción.
En los años 1930, Claudia Jones – una periodista comunista caribeña perseguida por los Estados Unidos y deportada a Inglaterra, donde murió y está enterrada al lado de Karl Marx – habló de la intersección de barreras y condiciones de la mujer negra pobre y trabajadora dentro del capitalismo. Vivimos en esa intersección con múltiples barreras para desarrollar nuestras vidas de manera digna. Vivimos prejuicios raciales, de género, étnicos y otros más, mientras navegamos por sistemas y estructuras institucionales en las que la explotación, discriminación y la desigualdad siguen siendo el status quo.
El capitalismo explota a las mujeres
Tenemos que recordar que antes de la crisis sanitaria a nivel mundial, a las mujeres se les pagaba el 75% del ingreso de un hombre, y a la mujer negra se le pagaba el 60% de lo que gana un hombre blanco. Tenemos que recordar que, en 2019, los multimillonarios del mundo – que son solamente 2.153 personas– tenían más riquezas que 4,6 mil millones de personas. El 1% de los más ricos del mundo tienen más que el doble de riquezas que 6,9 mil millones de personas. Solo 22 de los hombres más ricos del mundo tienen más riquezas que todas las mujeres del continente africano. Globalmente, las mujeres hemos tomado ¾ de las tareas de cuidado sin remuneración, y componemos ⅔ de la fuerza laboral de cuidado remunerado. A nivel global, el valor del trabajo de cuidado que desempeñamos las mujeres desde los 15 años de edad en adelante es de por lo menos 10,8 billones de dólares – un valor tres veces mayor que la industria tecnológica.
Casi 510 millones o un 40% de todas las mujeres empleadas en el mundo trabajan en las cuatro áreas más afectadas por la crisis sanitaria: hoteles, restaurantes, pequeños negocios y la manufactura. Las mujeres también están empleadas predominantemente en el trabajo doméstico, la atención de la salud y servicios sociales, lo que las pone en mayor riesgo de contraer COVID-19 y de perder su fuente de ingresos si se contagian. También tienen menos probabilidades de acceder a beneficios sociales.
Las mujeres negras, indígenas e inmigrantes, en particular, juegan un papel vital en las tareas antes mencionadas, en el mantenimiento de la estabilidad económica de las familias y comunidades. Por lo tanto, comprender el impacto de COVID-19 en estos grupos es fundamental para no tan solo superar la crisis actual, como también para poder avanzar nuestra lucha de clases. En los Estados Unidos, las mujeres, particularmente en las comunidades negras y latinas, están organizando la vida desde antes de la pandemia. Algo que esta pandemia ha hecho es empujar a la reorganización y, de alguna forma, ha empujado también a las mujeres a tomar mayores cargos, en términos de trabajo y también de liderazgo en proyectos de sobrevivencia para poder alimentar, poder proteger las viviendas, un tema grave acá en los Estados Unidos. En las comunidades pobres, están reemergiendo luchas en contra de los alquileres altos y se demanda la cancelación de ellos. Las mujeres están proveyendo cuidados en lo personal, lo político y en lo profesional. La sobrecarga es aún mayor de lo que era antes.
Sin embargo, el discurso público sobre las intervenciones más necesarias ha pasado por alto en gran medida los efectos en cascada de la pandemia sobre las mujeres negras, indígenas e inmigrantes, dejándolas fuera de los debates políticos sobre qué acciones deben tomarse para mantener a las familias mientras se «revitaliza» la economía. Eso no es nuevo. Eso ha pasado antes y ha sido el modus operandi del Estado neoliberal y capitalista en los Estados Unidos y en los otros países que han asumido ese modelo. Es precisamente el accionar de los Estados neoliberales de invisibilizar a los pueblos lo que llevó a las protestas a nivel global en el 2019. Tenemos que recordar a nuestra gente sobre eso en los procesos de educación política dentro de los territorios, porque la narrativa es que todo este debate se ha creado con la crisis sanitaria.
En el marco de las protestas populares antineoliberales del 2019, las mujeres jugamos un papel clave denunciando políticas brutales para nuestra clase trabajadora en Haití, Puerto Rico, Chile, Ecuador, países en África, la India. Las mujeres indígenas y negras estuvimos ahí. Durante las protestas antirracistas masivas en los Estados Unidos el pasado verano, que se mantuvieron por meses y se internacionalizaron tras el asesinato de George Floyd y otros y otras a manos de la policia, las mujeres estuvimos en las primeras líneas de esas protestas antirracistas. Lo que quiere decir que, aunque la política burguesa intente aniquilarnos haciéndonos invisibles y sumergiéndonos en la pobreza, nosotras seguimos insistiendo en que somos parte de una historia en movimiento, que es antirracista, anticapitalista, antipatriarcal, antiimperialista.
Ante la diversidad burguesa, nuestro feminismo popular
Nuestra presencia e insistencia debe ser amplificada por los movimientos populares, especialmente dentro de un contexto donde la burguesía capitalista se “diversifica” y nos ataca ideológicamente y masivamente.
En los Estados Unidos, tenemos la primera mujer vicepresidenta negra, Kamala Harris. La maquinaria ideológica burguesa y la fuerza estatal han hecho el trabajo desde hace ya muchos años de desarticular un movimiento de clase en este país. Intentan reemplazarlo por varios movimientos de identidades, es decir, hay el de mujeres, el de inmigrantes, la comunidad LGBTQ, el movimiento ambientalista, todos ellos separados, sin consciencia de clase, compitiendo por apoyo financiero. Ese apoyo financiero es mayormente controlado por el partido demócrata y sus fundaciones. ¿Qué tiene esto que ver con Kamala Harris? Bueno, el proceso histórico de apropiar el lenguaje desde los movimientos y despolitizarlo ha resultado en un retraso muy grande para nuestras organizaciones políticas.
Lo que entendemos por la lucha antirracista no puede vaciarse de su historia y contenido político antisistémico. No puede deslazarse de la lucha de clase, la lucha anti patriarcal, antirracista y antiimperialista como la conocemos de manera histórica. Por eso mencioné a Claudia Jones y hay muchas otras que podemos rescatar en ese proceso. Se ha generado una competencia entre luchas. ¿Quién merece más apoyo? ¿Quién merece más visibilidad? Se ha creado una división grave y una fragmentación muy profunda en lo que podría ser un movimiento sólido dentro de este país, con las características que necesitamos amplificar.
Hay quienes celebran el triunfo de Kamala Harris, sin reconocer que no es un triunfo para la clase trabajadora, para la población negra o indígena y tampoco para las mujeres. Pues la posición política de Kamala siempre ha sido avanzar la agenda capitalista que va en contra de las mismas identidades que ella clama. Ella, una mujer negra de descendencia de inmigrantes, es responsable por políticas de encarcelación y leyes que han sido claves en la persecución y la encarcelación masiva de jóvenes negros y latinos.
En este momento de crisis, esas trampas son mucho más peligrosas que en cualquier otro tiempo. Es importante que, como movimientos sociales, podamos fortalecernos en la batalla de ideas y entender cómo la burguesía está, internacionalmente, utilizando un lenguaje más cercano al nuestro para fomentar su agenda.
Existe un dicho feminismo que es elitista, eurocéntrico e imperialista. En todos los países, existen Kamalas. Existen organizaciones sin fines de lucro, iglesias y organizaciones estatales que promueven una agenda que continúa dividiendo y agudizando las condiciones aterradoras que vivimos las mujeres de la clase trabajadora. Y hay una diversidad de personas y compañías que parecen ser como nosotras, por su color de piel, su género… pero su agenda pertenece a la burguesía.
Desde la articulación de la Asamblea Internacional de los Pueblos y el espacio del Proyecto de Educación Popular en los Estados Unidos, entendemos que es de gran importancia aportar al fortalecimiento de un movimiento feminista que esté conectado a las luchas de la clase trabajadora. Que reivindique los derechos de la mujer y las diversidades sexuales en los territorios e internacionalmente. Que sea internacionalista y antiimperialista. Que se oponga a las guerras, al saqueo, a los bloqueos y sanciones a nuestros pueblos. Que aporten y fortalezcan las campañas de solidaridad con el pueblo de Cuba y Venezuela, con las compañeras de Irán y Palestina. Es fundamental un feminismo que defienda la soberanía de los pueblos y sus procesos. Un movimiento que reconozca el valor y la importancia de la multiculturalidad, desde una visión de equidad y desde el legado histórico y radical, y no desde el paternalismo y liberalismo que han tratado de insertar dentro de los movimientos.
Creemos que es esencial fortalecernos en la batalla de ideas y combatir los ataques ideológicos de la burguesía que nos dicen que no tenemos que preocuparnos por crear una nueva normalidad fuera de la lógica capitalista – una vez que ellos, la burguesía, nos ofrecen “la inclusión”, “la diversidad” y la “representación.” Es importante reforzar la formación de cuadros, para que nuestras organizaciones y movimientos sociales tengan más y más mujeres líderes, con claridad política, conexión a las bases y con una competencia de poder ser sujeto político. Es importante la creación de instrumentos para dar esa batalla – desde medios de comunicación independientes hasta la intervención político-cultural en los espacios públicos, en el territorio, y en todos los espacios.
Las condiciones en la que vivimos las mujeres y las diversidades de la clase trabajadora, las mujeres negras, indígenas e inmigrantes, nos ayudan no solo a entender cuál es la tarea en las luchas contra el patriarcado, el capitalismo, el racismo y el imperialismo. Nos ayudan también a crear articulaciones y fortalecer la organización política. La convergencia de crisis ha dejado mucho al descubierto. Eso nos ofrece una oportunidad histórica – porque, mientras es cierto que lo que hemos logrado con muchos esfuerzos en la lucha de clase puede ser retrocedido, también es cierto que, con intención, articulación y estrategia, podemos posicionarnos para avanzar y fortalecernos.
Desde nuestros espacios y esfuerzos es fundamental la lucha contra el patriarcado, la lucha antiimperialista, antirracista, y anticapitalista. No podemos darnos el lujo de deslazarlas, porque hacerlo es dar avanzada a la burguesía. Esta es una batalla entre la vida y la muerte. Nuestras luchas están entrelazadas y la visión radical hacia el futuro es solo una: La transformación estructural total de sistemas políticos y socio económicos que no garantizan el desarrollo, el bien vivir, la equidad, la dignidad, y la protección de la madre tierra y la humanidad.
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Claudia de la Cruz forma parte de la articulación de la Asamblea Internacional de los Pueblos y del Proyecto para Educación Popular en los Estados Unidos.
Este texto es una edición del aporte de Claudia en el webinario internacional Desafíos para el feminismo popular, convocado por la Marcha Mundial de las Mujeres el 23 de febrero de 2021.